Recibido: 6 de septiembre de 2025

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Aprobado: 13 de octubre de 2025

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Cómo citar (APA, séptima edición):

Abreu Veranes, L.E. (2025). Del río Orange al Monte Fuji. Las relaciones históricas y estratégicas entre Sudáfrica y Japón. Revista Científica Universitaria Ad Hoc. 6(4). p.29-41.

resumen

El presente artículo pretende demostrar cómo se fueron construyendo las relaciones entre Sudáfrica y Japón desde sus cimientos, a través de la articulación de intereses de mutua conveniencia. Los vínculos entre ambas naciones atravesaron disímiles obstáculos durante el siglo XX, relacionados con el endurecimiento de la política etno-racial del colonato blanco sudafricano, especialmente su rama afrikáner, artífice del Apartheid. Sin embargo, los nexos entre los dos países se fueron fortaleciendo a través de un pragmatismo económico que atravesó momentos difíciles, principalmente en el contexto de la lucha contra el apartheid. El texto reconstruye los principales puntos de inflexión que caracterizaron esa relación histórica hasta nuestros días.

Palabras Clave: Apartheid, pragmatismo económico, relaciones bilaterales, inversión extranjera.

ABSTRACT

This article aims to demonstrate how the relations between South Africa and Japan were built from their foundations through the articulation of mutually beneficial interests. The ties between both nations faced diverse obstacles throughout the 20th century, related to the hardening of the ethno-racial policies of the whites South African settler regime, especially its Afrikaner branch, the architect of Apartheid. However, the bonds between the two countries were strengthened through economic pragmatism that endured difficult moments, mainly in the context of the struggle against apartheid. The text reconstructs the main turning points that have characterized this historical relationship up to the present day.

Keywords: Apartheid, economic pragmatism, bilateral relations, foreign investment.

introducción

En las postrimerías del siglo XIX se desarrollaron encuentros y desencuentros que condujeron los vericuetos de las alianzas que se conformarían y conducirían a la Primera Guerra Mundial, como resultado de las contradicciones interimperialistas propias de la fase superior del capitalismo. Una de las naciones que no formaban parte de ese pequeño núcleo de las tradicionales potencias, pero que emergieron con una gran fuerza debido a sus procesos endógenos, fue Japón. El país del sol naciente después de la Restauración Meiji se abocó a un conjunto de transformaciones estructurales que le posibilitaron una vida exterior mucho más activa. Y es ahí cuando se observa el gran encuentro entre Japón y Sudáfrica.

La nación austral se encontraba absorta en un racimo de disensos que había cubierto todo el curso del siglo XIX, entre los colonatos inglés y boer por el control político de las colonias sudafricanas y de sus economías. Esas divergencias se agudizaron después del descubrimiento de los grandes yacimientos de diamante y oro, lo que provocó que esos dos polos de poder
se enfrentaran a fines de siglo en la Guerra
Anglo-Boer, calificada por Lenin como la
primera guerra imperialista.

La presente investigación pretende reconstruir los puntos de inflexión en las relaciones entre Sudáfrica y Japón, con el objetivo de demostrar el predominio de un pragmatismo económico en la dinámica de los vínculos entre ambos Estados. Aunque este acercamiento entre la nación

austral y el país del este asiático se puso a prueba por los contextos sociopolíticos atravesados como las Guerras Mundiales y el Apartheid, en la larga duración, dicho en términos braudelianos, predominó un creciente acercamiento marcado por las posibilidades para el desarrollo industrial de ambas naciones. Esta aproximación se anclaba en los cuantiosos recursos naturales del país de Mandela y el poderoso crecimiento industrial de Japón, que se aceleró en los años de la segunda posguerra. Algunos de los principales vericuetos en el estrechamiento de los lazos entre Sudáfrica y Japón serán el eje central de este trabajo.

desarrollo

Antecedentes

La intensidad de la vida exterior de las naciones imperialistas y emergentes de la época facilitó el acercamiento entre Sudáfrica y Japón, incluso desde antes de convertirse el primero de estos en una unidad política única. Las guerras de Japón con China y Rusia colocaron al país nipón en condiciones muy favorables por su expansión hacia el exterior, como ocurría con los Estados imperialistas en ese escenario.

El investigador Katsuhiko Kitagawa (1990) coloca en un lugar privilegiado de ese acercamiento entre las dos naciones, el flujo de información existente a nivel consular que se constata en la documentación de los informes consulares de la época. En estos se reflejan los esfuerzos del Estado japonés por expandir su economía hacia el exterior1.

Los datos recogidos por Kitagawa sobre esta información, demuestran que al inicio no eran muy fluidos los intercambios con relación a África, y específicamente Sudáfrica. Las primeras informaciones sobre el continente aparecieron en el Journal of Commercial Report, una publicación mensual del Ministerio de Relaciones Exteriores japonés que salió entre finales del siglo XIX e inicios del XX, durante las épocas Meiji y Taisho (Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, 2020).

Desde esa temprana época era evidente que Japón prestaba especial atención a los posibles mercados para las manufacturas japonesas. Los representantes japoneses se esforzaron también por recolectar toda la información posible relacionada con el comercio exterior sudafricano, con los mercados de los diferentes productos y la intensa actividad minera de Sudáfrica.

Después de creada la Unión Sudafricana ya se consolidaba el perfil racista y la victoria de las ideologías más conservadoras en las élites políticas y en sus programas de gobierno. Los reportes nipones destacan los intentos por remover el statu de marginados en que habían quedado los japoneses en territorio sudafricano, como parte de la población asiática, mayoritariamente indígena.Teniendo eso en cuenta, las gestiones de Japón estarían encaminadas a buscar una negociación con el gobierno sudafricano para favorecer la inmigración japonesa, proceso que era vetado por la ley de inmigración de 1913.

El interés japonés por Sudáfrica quedó plasmado a través de la intención política de los nipones de extender una diplomacia comercial y económica hacia la nación del río Orange. Esto le permitiría ganar una nueva plaza comercial, que contribuyera a su desarrollo endógeno. Para Japón era fundamental colocar aquellas mercancías excedentes de su mercado interno; por tanto, Sudáfrica fue identificada como un espacio fundamental dentro de su ecuación de expansión comercial.

Entrada la década de 1910 y para los años veinte hubo un aumento considerable de la exportación de mercancías japonesas hacia Sudáfrica. En ese sentido, se debe recalcar el desarrollo marítimo de las navieras japonesas con itinerarios africanos. Desde 1916 la Osaka Shosen Kaisha (OSK) había creado una línea marítima que tenía como principales puntos de desembarco los puertos sudafricanos como Durban, Port Elizabeth, Cape Town, entre otros. De esta forma, Japón pudo ir perforando el mercado sudafricano y de otras regiones de África, a pesar de recibir un trato discriminatorio con relación a las mercancías del Imperio Británico y las leyes proteccionistas.

Durante estos primeros años de la Unión Sudafricana, Japón estuvo representado por Julius Jeppe2. Este inició las gestiones frente al gobierno sudafricano para sacar a los japoneses de la perjudicial ley que impedía la inmigración de los nipones. Esos esfuerzos fueron continuados después de la apertura del consulado en Cape Town en 1918 por el cónsul nombrado en ese momento Yaoichi Shimizu3. No fue hasta los años treinta, después de dos décadas de gestiones, que los japoneses quedaron exentos de la onerosa ley, y pudieron entrar a tierra sudafricana. Aunque antes ocasionalmente eran eximidos del cumplimiento de la ley sudafricana.

Por esta misma etapa se documenta la presencia de un connotado geógrafo proveniente del país nipón que narra sus experiencias en tierra austral africana. Es muy interesante percibir cómo las anotaciones de Shigetaka Shiga entroncan perfectamente con los intereses comerciales de Japón, relacionados con la insistencia de su gobierno para poder ganarse un espacio en ese mercado. Como expresó Shiga: “(…) el poder adquisitivo del consumidor en ese país era alto, especialmente en la colonia de El Cabo (…)” (Kawasaki, 2002, p. 19).

El experimentado geógrafo visitó en dos ocasiones el país austral. El primer viaje se realizó en el mismo año de la conformación de la Unión Sudafricana, 1919. En ese escenario Shiga resaltó algunos aspectos de la vida de las comunidades asiáticas en aquel territorio, que luchaban por sus derechos políticos preteridos. Uno de los elementos más interesantes que salen a relucir, con relación a la presencia asiática desde el punto de vista social, es la equidistancia que mantuvo desde un inicio la exigua pero muy activa económicamente comunidad japonesa en Sudáfrica en comparación con otras comunidades asiáticas como indios y malayos.

Es notable la presencia discontinua de japoneses en Sudáfrica, incluso de objetos y cerámicas antiguas, algunas de las cuales habían llegado a esa tierra por medio de barcos alemanes que naufragaron en el Cabo de Buena Esperanza, y luego fueron expuestas en museos sudafricanos (en la residencia de Cecil Rhodes y otros destinos). Todo parece indicar que Sudáfrica era un lugar de tránsito para los japoneses antes de la apertura del Canal de Suez, un destino o intermedio entre Japón y Europa. Era una ruta utilizada por los japoneses que iban a estudiar a países europeos, algunos de ellos regresaban a su tierra a través del mismo itinerario.

Décadas de relaciones consulares, desde 1910 y durante toda la época de entreguerras, arrojaron un saldo de crecimiento de las mercancías japonesas en el mercado sudafricano, mientras los representantes oficiales del país nipón contribuyeron a remover las barreras de la inmigración creadas por la ley de 1913. Paulatinamente, los japoneses fueron ganando espacios en esa dirección, no solo por la tozudez de sus representantes, sino por la fuerza de la economía japonesa dentro del país austral. Después de años de representación consular, inició una delegación oficial en 1937, mientras los intereses del país del Orange eran representados por la Embajada británica en Japón.

Comportamiento de las relaciones comerciales durante la época del Apartheid.

Después de la segunda conflagración mundial, Japón reconstruyó su presencia en la arena internacional, principalmente con el bloque de las potencias occidentales durante la Guerra Fría. Si bien se encontraban en polos contrarios, después del conflicto bélico se reanudaría el estrechamiento de los lazos prexistentes pero dentro de un nuevo escenario de aislacionismo de Japón por formar pate de la coalición derrotada contra la guerra y por otro lado el ascenso del Apartheid como programa de gobierno en Sudáfrica.

En 1955 se da la Conferencia de Bandung, cónclave de los países africanos y asiáticos independientes que buscaban aunar fuerzas frente al escenario bipolar, con el objetivo de impulsar sus proyectos emancipadores. Japón se insertaría con determinada equidistancia y ductilidad dentro de los mecanismos que emergieron como resultado de este evento. Sin embargo, eso no impidió que las relaciones con Sudáfrica se fortalecieran.

Los lazos entre ambas naciones se hicieron más visibles durante los años sesenta. Japón necesitaba un abastecimiento estable de materias primas para el desarrollo de sus industrias de alta tecnología, mientras Sudáfrica tenía en su suelo muchos de aquellos minerales y materiales de los que Japón carecía. Para los ochenta hubo un salto cuantitativo en el volumen de esas relaciones comerciales, cuando paradójicamente Japón había prohibido las inversiones directas de los ciudadanos japoneses5. (Ver anexo No 1)

En este sentido, los nipones se insertaron como un socio privilegiado dentro de aquel escenario, lo cual explicaba la permisividad con el régimen racista y los gestos del gobierno sudafricano hacia la población japonesa. Ese crecimiento económico se mantuvo en escalada hasta finales de los años ochenta, por lo que Japón ignoró de las demandas internacionales para que condenara el Apartheid y hasta cierto punto, su situación económica le hizo que levantara un muro frente a cualquier argumento moral, que quedó desmontado ante un pragmatismo que pretendía separar la política de los negocios. De esta forma, continuó importando minerales y materiales raros que eran utilizados en la industria tecnológica y Sudáfrica se convirtió en un proveedor estable.

El crecimiento de las relaciones bilaterales a partir de los años sesenta estimuló al gobierno sudafricano a otorgarle a los japoneses un tratamiento especial como “honorary whites”, similar al trato privilegiado de la época entreguerras. Consecuentemente, el núcleo de la pequeña comunidad japonesa se asentó en las principales urbes sudafricanas (Ver anexo No 2).

La nación nipona se nutría de las dos principales vertientes de la economía sudafricana: la minería y la agricultura. Japón mantuvo el crecimiento del consumo de productos como el vanadio, cromo, manganeso y platino, que estimularon el desarrollo de las industrias naval, la electrónica, la eléctrica, la automovilística y otras. Por otro lado, importaba de Sudáfrica producciones como cítricos, huevos y lana.

En cuanto a la agricultura, los japoneses se beneficiaban especialmente de productos tradicionales del agro sudafricano, como el azúcar, que tenían una plaza de consumo importante en el mercado japonés. Mientras, este se convirtió en una variable determinante del progreso, el crecimiento económico y los procesos de industrialización de Sudáfrica.

Japón prohibió la inversión directa de sus ciudadanos en Sudáfrica como un recurso político de cara a las Naciones Unidas, principalmente frente al rechazo de los países africanos y asiáticos que se oponían al contubernio japonés. Esa herramienta prohibitiva fue evadida por la élite japonesa, a través de un sinfín de vericuetos financieros que canalizaron la inversión indirecta, muchas veces promovida por el propio Estado. Uno de los sectores que se convirtió en la punta de lanza de la inversión japonesa en Sudáfrica a partir de los años sesenta fue el automovilístico. Los investigadores han reflejado como un momento simbólico la creación de la primera planta de Toyota en 1962, que abrió una puerta para la inversión en este sector y otras empresas que ulteriormente se establecieron en tierra sudafricana como Nissan, Mitsubishi, Isuzu y Mazda. Toyota llegó a convertirse en el principal fabricante de automóviles del país (Ver anexo No 3).

El proceso de exportación de capitales, de transferencia de patentes y tecnologías, e instalación de fábricas japonesas, se extendió a otros sectores como los fabricantes de neumáticos entre ellos Bridgestone, Yokohama, Toyo Rubber y otros productores de equipos electrónicos y eléctricos como Hitashi, Sanyo, Sony, Sharp, Pioneer, Sansui, Fuji, Akai Canon y Matsushiti, y los fabricantes de motos Honda, Yamaha y Suzuki. Ese crecimiento no se detuvo hasta finales de los años ochenta como resultado de la crisis final del Apartheid y la represión racial, que condujeron a una contracción de la economía producto del aislamiento internacional, que incluso tuvieron que seguir “a regañadientes” sus socios más cercanos como Estados Unidos y Japón.

Las relaciones entre Japón y Sudáfrica en las décadas de los años sesenta y los ochenta fueron un ejemplo del pragmatismo económico que caracterizó los vínculos bilaterales entre ambas naciones; principalmente desde la óptica japonesa; capaz de sobreponerse a cualquier cuestionamiento moral y seguir un ritmo de crecimiento vertiginoso que no tenía comparación en sus relaciones con ningún otro país africano.

Japón desarrolló la exportación de maquinaria pesada y de tecnologías transformando su tradicional comercio de bienes industriales y textiles. Para el año 1987 esa industria pesada ocupaba más del 90% de las exportaciones de Japón a Sudáfrica.

Por su parte las exportaciones de Sudáfrica a Japón también experimentaron una transformación porque el protagonismo que ocupaban los productos agro-ganaderos fue desplazado por los recursos minerales sudafricanos que incrementaron su exportación en gran escala. El cromo, manganeso, rodio, iridio, platino, cobalto, vanadio y tungsteno eran altamente codiciados por las industrias tecnológicas japonesas, muchas de las cuales transferían después sus tecnologías y recursos financieros para la creación de fábricas y plantas ensambladoras en tierra sudafricana (Carim, 1994, p. 25).

La inversión indirecta japonesa estuvo caracterizada por la creación de infinidad de canales financieros y económicos que tributaron a ese drenaje de recursos tecnológicos y monetarios que contribuyeron a la industrialización de Sudáfrica con recursos japoneses. El banco de exportación-importación (Eximbank) fue una de aquellas instituciones que facilitaron a Japón la adquisición de los preciados recursos de Sudáfrica a través de la extensión de créditos y facilidades para las inversiones en desarrollo (Carim, 1994).

El país asiático cubrió a Sudáfrica con su tecnología a través del otorgamiento de licencias por parte de aquellas grandes corporaciones, con el apoyo del gobierno japonés y los créditos del Eximbank. Para evadir la prohibición formal de Japón con relación a las inversiones, muchas empresas invertían a través de subsidiarias o se aliaban con el capital local sudafricano. El drenaje de recursos incluía patentes, tecnologías, recursos humanos y técnicos que facilitaban los procesos inversionistas.

Ese crecimiento y niponización relativa de la inversión extranjera sudafricana contribuyó al enfrentamiento, por parte del régimen austral, a las sanciones que le cerraban el cerco desde el escenario internacional; sin embargo, los principales socios como Estados Unidos y Japón hicieron caso omiso del consenso mundial. En los años ochenta siguió ese proceso expansivo que no se detuvo hasta finales de la década, en plena agonía del régimen. Para 1989 las empresas niponas dominaban el 97% del mercado de ómnibus y camiones, y los automóviles japoneses ocupaban alrededor del 85% del mercado sudafricano (Carim, 1994). Incluso con toda la afectación de estos años e inicios de los noventa como resultado de la caída del Apartheid, Japón continuó ocupando un lugar muy importante en la economía sudafricana.

Relanzamiento de las relaciones entre Sudáfrica y Japón después del Apartheid

Con el fin de la Guerra Fría y la caída del Apartheid, Japón inició un replanteamiento de sus relaciones exteriores con el continente africano y con Sudáfrica en particular. En relación con África, por la necesidad de abrirse un espacio como gran potencia en la política internacional y con respecto a Sudáfrica para poder reconstruir las relaciones con las nuevas fuerzas políticas que derrotaron al régimen con el que Japón había colaborado a lo largo de décadas.

Los años noventa representaron un nuevo punto de inflexión histórica en las relaciones entre estos países. La nación asiática entraba en la nueva época con una situación delicada por haber colaborado durante décadas con el régimen del Apartheid; por tanto, gravitaba el peligro de que el nuevo gobierno del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) con Mandela al frente, quisiera pasar factura por la colaboración con el gobierno racista.

Japón comenzó a tener una política más activa en relación con África, para tales objetivos creó una herramienta institucional dentro de los organismos de Naciones Unidas bajo el nombre de Tokyo International Conference on African Development (TICAD) que se ha materializado a través de conferencias que se celebran periódicamente donde se aprueban agendas para contribuir al desarrollo del continente. Lanzó aquella idea con el objetivo de desempeñar un papel predominante en la política mundial, a partir de su poderío económico y sus desembolsos para la contribución al desarrollo de África. Los japoneses tenían la ventaja de no haber sido una de las grandes potencias coloniales en el continente y por tanto, un mejor augurio de sus objetivos en relación con el continente.

Esa política hacia África, desde finales del siglo XX y en el transcurso del siglo XXI, había estado muy concentrada en los programas de apoyo al desarrollo del continente, a colaborar con los organismos internacionales y regionales por el mantenimiento de la paz en zonas de conflicto, y también desde el punto de vista académico y científico que se había incrementado entre las instituciones japonesas y de diversos países africanos. En el caso de la asistencia financiera ha estado muy articulada con el ambiente de apertura política en el continente africano, desregulación económica y empoderamiento de nuevos sectores, favorecidos por los organismos internacionales a fines del siglo XX.

Desde los años noventa la política japonesa hacia África se ha desconcentrado de su núcleo sudafricano y, al mismo tiempo, se han continuado fomentando las relaciones con el país austral. Con la llegada de Mandela al poder se reflejó la constante japonesa de dar continuidad a sus proyectos económicos con Sudáfrica, pero en esta ocasión atrayendo al nuevo gobierno a través de determinados programas. Cuando no había finalizado el Apartheid las empresas japonesas empezaron a darle un vuelco filantrópico a su presencia en Sudáfrica, que se tradujo en apoyo a las víctimas del régimen, de la comunidad negra, lo cual reflejaba el trazado de una estrategia en función del nuevo vencedor.

En el verano de 1995 Mandela fue invitado a realizar una visita de Estado al país del sol naciente. Poco antes de su llegada, el ministro japonés de relaciones exteriores emitió un documento bajo el título “La importancia de la visita del presidente Mandela a Japón”, que reflejaba la esencia de la diplomacia japonesa hacia África y de manera especial hacia Sudáfrica, en los nuevos tiempos que corrían. En esa dirección expresaba que:

(…) La relación de Japón con Sudáfrica es la piedra angular de la diplomacia japonesa hacia África. Con el fin del Apartheid, el carisma y liderazgo del presidente Mandela serán indispensables para el desarrollo estable y la preservación de la unidad de la multirracial Sudáfrica. Japón por este medio expresa su apoyo al liderazgo del presidente (Morikawa, 2005, p. 502-503).

Japón se había esforzado por reconstruir sus lazos con la nueva Sudáfrica, esta vez las relaciones empezaron a desarrollarse a nivel de embajada a partir del año 1992, por lo que el exclusivismo económico de la época precedente cedió paso a relaciones profundas en las áreas diplomáticas, políticas, académicas y todas las esferas posibles. Después de la visita del presidente Mandela en 1995, ese gesto se repitió en el 2001 con el presidente Mbeki. Entre 2001 y 2002, dos primeros ministros nipones visitaron Sudáfrica, Yoshiro Mori y Junichiro Koizumi respectivamente.

Por supuesto, siguió el proceso de expansión en la esfera de la diplomacia económica como no se había visto durante el viejo régimen, (por ejemplo, los Fórum Anuales de negocios que se realizaron a partir del año 2001) mientras el volumen de la actividad comercial se recuperó a mediados de los noventa superando los 3 billones de dólares en el año 1996. Dentro del ambiente de la reconstrucción de las relaciones bilaterales, Japón otorgó dos paquetes de ayuda conocidos como los paquetes Mandela y Mbeki en 1994 y 1999 por un valor de 1,3 billones de dólares y 1,5 billones de dólares “como parte de las gestiones y de las intenciones de construir buenas relaciones con el nuevo liderazgo sudafricano” (Cornelissen, 2016, p. 190) .

En el nuevo siglo XXI se multiplicaron los intercambios y diversas herramientas institucionales que favorecieron esa sinergia. Ejemplo de ello, los eventos de negocios, la firma de un acuerdo para la cooperación en las áreas científica y tecnológica en 2003, Joint Trade Committee del 2004, el Economic Cooperation Policy Committee de 2005, el South Africa-Japan University Forum en 2007, este último para facilitar el intercambio en el área académica.

La diversificación de los intercambios y la redimensión de las relaciones bilaterales no ha estado exenta de contradicciones, principalmente en los organismos multilaterales. Esto se debe a que Japón responde desde la lógica de una gran potencia en su política exterior, mientras que Sudáfrica lo hace desde la perspectiva de un país emergente y en desarrollo. Por tanto, en la geopolítica internacional ambos Estados están gravitando en órbitas diferentes, dicho en términos moderados, en temas relacionados con el orden financiero internacional y los problemas globales como el cambio climático, pues se aprecian criterios divergentes de ambos países en los espacios multilaterales.

Desde el gobierno del presidente Zuma se observó una orientación pro-china de las relaciones exteriores sudafricanas que evidentemente siguieron una tendencia de privilegiar la alianza con el gigante asiático, principalmente dentro del marco del BRICS. No obstante, el año 2010 fue de celebración para Sudáfrica y Japón por el centenario de las relaciones entre ambas naciones, contexto en el que se firmaron diversos acuerdos de cooperación y se creó en Johannesburgo un Centro de Estudios Japoneses que posteriormente se trasladó a Pretoria.

La ocupación de determinados espacios por parte de China, que otrora los hubiese cubierto Japón, se reflejó en determinados gestos como en la declinación de un tratado económico con Japón en la época del presidente Zuma, determinados desacuerdos en los proyectos de infraestructura con los japoneses y en los acuerdos para la entrega de mil locomotoras con la empresa china “China South Rail’’ y la empresa canadiense “Bombardier”. No obstante, Japón se estaba preparando para la época post-Zuma con el objetivo de relanzar las relaciones con Sudáfrica y recuperar los espacios privilegiados, relativamente perdidos por la presencia China y de otros actores internacionales.

El país asiático ha demostrado, a lo largo de más de un siglo, una constancia en las relaciones con Sudáfrica que ha rendido no pocos resultados, y ser capaz de adaptarse a los disímiles contextos de la historia política de la nación del río Orange.

En el 2025, con 115 años de relaciones, Japón y Sudáfrica han fortalecido sus vínculos a través de la Asociación de Cooperación Estratégica establecida en el año 2010. En marzo del presente año, el vicepresidente sudafricano Paul Mashatile visitó el país asiático, y reafirmó el excelente estado de las relaciones económicas y la voluntad de seguir creciendo en los intercambios comerciales y culturales (P. Latina (a), 2025). En agosto de
2025, el presidente sudafricano
Cyril Ramaphosa encabezó una delegación que visitó Japón y participó en la novena
cumbre de la Conferencia Internacional
de Tokio sobre el Desarrollo de África
(TICAD). Este cónclave se organizó en tres sesiones plenarias dedicadas al abordaje de un conjunto de problemas comunes como el desarrollo sostenible, la actividad comercial y la consolidación de un ambiente de seguridad y paz. El país austral, además de estar interesado en la agenda propia, promovió toda una serie de principios que forman parte de la estrategia de la Unión Africana. Por supuesto, la nación de Mandela también llegó a Japón con el interés de fortalecer los vínculos históricos con el empresariado japonés (P. Latina (b), 2025). Sudáfrica y Japón han demostrado a lo largo del tiempo saber relanzar sus vínculos a nuevos niveles y dimensiones con un carácter ventajoso para las partes involucradas.

conclusiones

Los vínculos bilaterales entre Japón y Sudáfrica están marcados por disímiles escenarios que han determinado el trazado de la evolución histórica de ambos pueblos y de las relaciones internacionales durante el siglo XX. De una presencia accidentada y esporádica como parte de la ruta japonesa hacia el continente europeo, el país asiático mediante las transformaciones estructurales implementadas por el emperador Meiji, encontró un nuevo asidero para la salida de sus mercancías en la época del nacimiento del imperialismo a fines del siglo XIX e inicios del XX. A través del comercio y de una minúscula comunidad japonesa, que se fue conformando en los principales centros urbanos, el país del sol naciente encontró una puerta de entrada, una ruta para su relación con el continente africano.

La fuerza de la economía japonesa tuvo un impacto en la relación entre ambos gobiernos que se reflejó con claridad en la flexibilización de la ley migratoria con relación a la comunidad nipona y el tratamiento a la misma en suelo sudafricano. La época de entreguerras fue un periodo de incremento de las relaciones comerciales y diplomáticas, más allá de las crisis económicas internacionales y del tratamiento discriminatorio a las mercancías japonesas como resultado del proteccionismo sudafricano. La Segunda Guerra Mundial fue una época de contracción de las relaciones entre ambas naciones, pues los Estados se encontraban en coaliciones diferentes en dicha confrontación bélica. Sin embargo, ya Japón había encontrado un mercado interesante para sus mercancías y también por la necesidad de importar los productos sudafricanos. Por esta razón, después de la guerra, reconstruyó ágilmente sus relaciones con Sudáfrica, a pesar de los inconvenientes políticos resultantes de la emergencia del régimen del Apartheid.

Después del Apartheid las relaciones entre ambas naciones escalaron a nivel de embajadas y a fines del siglo XX y lo que va del XXI se han desarrollado disímiles canales institucionales que han favorecido las relaciones en diversas dimensiones diplomática, académica, política y por supuesto la económica, aunque en el presente siglo Japón tenga una mayor competencia que en los tiempos del Apartheid, favorecido por el vacío dejado por las sanciones en Sudáfrica. El país austral se ha abierto a otros actores internaciones que dominan actualmente el escenario de las relaciones económicas como China y Estados Unidos.

Sudáfrica, al mismo tiempo, representó una zona de relanzamiento de los vínculos nipones con el continente africano, Sin embargo, es válido destacar que estos últimos no se limitan a las relaciones económicas como ha ocurrido históricamente. Por una parte, Japón ha mantenido diferentes intereses geopolíticos y estratégicos con otros países de la región a través del TICAD. Por otra, Sudáfrica ha desempeñado un papel importante en el desarrollo de las industrias tecnológicas japonesas, mientras que Japón ha tenido una fuerte presencia tradicional en los proyectos de desarrollo del país africano, pero cada vez más marcado por un escenario de competencia entre las grandes potencias y naciones emergentes en el ámbito económico sudafricano.

Referencias

NOTAS

  1. Esos informes consulares provenientes de diferentes lugares del mundo tenían la finalidad de brindar al país del sol naciente información sobre una infinidad de detalles de la vida comercial y económica de los lugares de origen del informe. Los nombres de los comerciantes, de las actividades de las principales casas comerciales, de los principales productos y de los vaivenes del mercado se explicitaban en dichos documentos. Los informes consulares se publicaban y se colocaban en manos de las principales instituciones del Estado y de los comerciantes japoneses, posibles interesados en esos intercambios.
  2. Julius Jeppe nació en Dinamarca y emigró a Sudáfrica en la segunda mitad del siglo XIX. Jeppe se estableció en Johannesburgo y se convirtió en la principal carta de triunfo del imperio japonés en Sudáfrica, a inicios del siglo XX, realizando labores consulares para el Estado nipón sin haber sido un diplomático de carrera.
  3. El investigador Seiro Kawasaki profundiza en la labor de los consulados durante aquella etapa fundacional de las relaciones sudafricano-niponas.
  4. Kawasaki hace referencia a un pasaje en las memorias de Shiga en que un estudiante de nombre Takeaki Enomoto (1836-1908) fue a estudiar a Holanda por esa ruta, de ida y de regreso.
  5. Las exportaciones del país asiático a Sudáfrica en 1962 sumaban un monto de 60 millones, mientras que en el año 1980 esa cifra se multiplica varias veces a un monto de 1,8 billones de dólares. Por otro lado, las importaciones habían crecido de 119 millones a 1,744 billones de dólares. En 1983 el volumen del comercio bilateral entre ambos países era de más de tres billones de dólares. Este último año el comercio de Japón con Sudáfrica era el 32% de las exportaciones al continente africano y el 49 de las importaciones de África.

ANEXOS

Anexo NO. 1.

Comercio de Japón con Sudáfrica (En millones de dólares americanos)

Año Importación Exportación

1976 938.50 883.35

1977 1014.77 853.37

1978 921.50 868.29

1981 1556.20 1991.06

1982 1860.28 1667.27

1983 1584.00 1736.50

1984 1603.40 1825.36

Fuente: Africa Contemporary Record 1979-1980: Customs Bureau, Ministry of Finance, Tokyo; Japan Tariff Association; Africa No 147, November 1983. (Tomado de Richard J. Payne. Japan`s South Africa policy: Political Rhetorics and Economic realities)

Anexo NO. 2.

Comunidad japonesa en las principales ciudades de Sudáfrica.

Año Ciudad del Cabo Johannesburgo Pretoria Durban

1975 40 516 23 11

1985 45 679 24 33

1990 52 425 24 19

1995 2517 523 51 30

2000 499 460 104 114

Anexo NO. 3.

Principales productos comerciales en 1985. (Valor en millones de dólares americanos)

Exportaciones japonesas Importaciones japonesas

a Sudáfrica desde Sudáfrica

Autos 369 Carbón 378

Componentes de autos 206 Minerales metálicos 289

Video grabadoras 91 Platino 246

Radio y televisión 51 Aleaciones ferrosas 160

Motores y generadores 44 Oro 52