Recibido: 5 de septiembre de 2025

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La autora declara que no existen conflictos de intereses relacionados con el artículo.

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Aprobado: 3 de octubre de 2025

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Cómo citar (APA, séptima edición):

Álvarez Acosta, M.E. (2025). La cultura de la resistencia: África y los afrodescendientes en América Latina y el Caribe. Revista Científica Universitaria Ad Hoc. 6(4). p 14-28.

resumen

El desarrollo del sistema capitalista tuvo como uno de sus pilares el comercio triangular. En ese contexto, la trata de esclavos, componente esencial del mismo, determinó que los africanos fueran parte de la conformación de las sociedades americanas y caribeñas. La concepción eurocentrista, con sus cuotas de discriminación, racismo y visión civilizatoria fue la base para encubrir y justificar intromisiones y despojos de muchos pueblos africanos y afrodescendientes. En ese escenario, la cultura de la resistencia se manifestó como una acción cotidiana en la preservación de valores y formas de hacer, tanto en África como en América Latina y el Caribe. El objetivo final de este artículo es ofrecer una mirada sobre las principales manifestaciones de la cultura de resistencia en la región y su intervinculación con el continente originario. Se confirma que, con sus particularidades, han existido expresiones que han demostrado la intervinculación trasatlántica: por ejemplo, el panafricanismo a fines del siglo XIX y la Sexta Región en el siglo XXI.

Palabras Clave: racismo, afrodescendientes, diáspora, cultura de la resistencia, panafricanismo.

ABSTRACT

The development of the capitalist system had triangular trade as one of its pillars. In this context, the slave trade, an essential component of it, determined that Africans were part of the formation of American and Caribbean societies. The Eurocentric conception, with its quotas of discrimination, racism, and civilizational vision, was the basis for concealing and justifying the intrusions and dispossessions of many peoples, where Afro-descendants and Africans hold a prominent place. In that scenario, the culture of resistance manifested itself as a daily activity in the preservation of values and ways of doing things, both in Africa and in Latin America and the Caribbean. This work aims to expose some of the main manifestations of the culture of resistance of Afro-descendant communities in the Latin American and Caribbean landscape. At the same time, it explores the role of Africa towards these communities. The ultimate goal is to offer an insight into the main manifestations of the culture of resistance in the region and the interconnection between these and the originating continent. It is confirmed that, with their particularities, there have been expressions that have demonstrated transatlantic interconnection: for example, Pan-Africanism at the end of the 19th century and the Sixth Region in the 21st century.

Keywords: racism, Afro-descendants, diaspora, culture of resistance, pan-Africanism.

introducción

El desarrollo del sistema capitalista tuvo como uno de sus pilares el comercio triangular. La trata de esclavos, componente esencial del mismo, determinó que los africanos fueran parte de la conformación de las sociedades americanas y caribeñas. Sin embargo, la concepción eurocentrista, con sus cuotas de discriminación, “racismo y visión civilizatoria”, ha sido base para encubrir políticas, intromisiones y despojos de muchos pueblos africanos, incluidos los trasladados hacia América Latina y el Caribe.

La colonización europea conllevó a que las personas negras se ubicaran en el estrato inferior de la jerarquía social. Las élites hicieron todo lo posible por mantener su statu quo. A ello tributaron los prejuicios y el racismo, como un mecanismo contemporáneo de descalificación de los afrodescendientes para perpetuar la dominación (Quijano, 1999, 2000 y 2005, citado por CEPAL y UNFPA, 2020). Esto, en última instancia, no solo legitimó la explotación y la esclavitud, sino que introdujo dinámicas y prácticas de discriminación que perduraron incluso después de los procesos de independencia.

En las últimas décadas, se ha evidenciado un ascenso de las actividades y demandas de los afrodescendientes en América Latina y el Caribe, así como una interrelación mayor entre estos y los países y organizaciones de África, tanto en el plano bilateral, como en el multilateral.

Con independencia de que existen diversas aproximaciones conceptuales sobre la temática, a continuación, se exponen algunos criterios básicos. Ante la pregunta ¿quiénes son los afrodescendientes?, Aguledo (2019) responde que este concepto incluye a las personas de origen africano subsahariano conocidas de forma genérica como poblaciones negras e incorpora otros términos como mulatos, zambos, prietos, morenos, creoles. Integra, además, otras categorías correspondientes a rasgos etnohistóricos específicos como en los casos de las poblaciones garífuna, los saramaka, yudka, boni, palenqueras, raizales, y a las apelaciones que relacionan el origen africano.

El autor aclara que la terminología surge, a modo general, en el contexto histórico colonial con sus consecuentes connotaciones raciales. Asimismo, puntualiza que se origina como iniciativa de los movimientos sociopolíticos latinoamericanos en el proceso de preparación de la Conferencia de Durban de 2001, a la que se hará referencia en lo adelante del presente trabajo. Para estos, se trataba de encontrar un concepto genérico que diera cuenta de la diáspora africana como sujeto de derecho y actor político y social frente al flagelo del racismo y la discriminación1 (Aguledo, 2019).

Por tanto, el concepto reafirma la existencia-similitud-diferenciación de un grupo y establece su singularidad, al tiempo que incorpora la conformación del mismo como actor que reclama sus derechos2.

Por su parte, la diáspora incluye las comunidades descendientes de africanos esclavizados que fueron obligados a migrar fuera de África, principalmente en las Américas, y que mantienen vínculos culturales, históricos e identitarios con el continente. O sea, la diáspora no solo incluye el desplazamiento, sino también la construcción de identidades híbridas y la resistencia cultural (Aguirre, 2008).

Mientras, la Unión Africana (UA) ha definido la diáspora africana como una comunidad de “gentes de origen africano que viven por fuera del continente, independientemente de su ciudadanía y nacionalidad, quienes están dispuestos a contribuir al desarrollo del continente y a la construcción de la Unión Africana” (Unión Africana, 2011).

La historia misma acuñó el término de diáspora africana en la década de 1960 cuando comenzaron los procesos de descolonización en el continente africano, vinculado con el desarrollo de los fundamentos de panafricanismo3 y los afrodescendientes. Como se observa, se reafirma el criterio de intervinculación de África y su diáspora, expresado en la definición de la Unión Africana.

En ese ámbito, es imprescindible recordar que, el racismo, según Frantz Fanon (Ballesteros Trujillo, 2016) es:

(…) un elemento de un conjunto más vasto: el de la opresión sistemática de un pueblo”, en el que la lógica de la destrucción de los valores culturales, las formas de existencia, la lengua, la vestimenta y la desvalorización de las técnicas propias son identificadas como prácticas constantes en la conducta del pueblo oprimido. Se trata de una relación de sujeción y poder en la que “el panorama cultural es desgajado, los valores burlados, borrados, vaciados (p.173.)

Tras ese flagelo que constituye el racismo, se oculta y omite la riqueza material y espiritual de lo que han aportado los afrodescendientes y africanos, respectivamente, a sus sociedades y al mundo. Ante esto, los pueblos han luchado por sus derechos y para cambiar ese orden de sujeción. En ese ámbito, la cultura de resistencia ha sido cotidiana. Esta se expresó de diversos modos entre la diáspora africana y en el continente de origen.

Al referirse a la cultura de resistencia, Álvarez Acosta (2024) refiere que esta incluye las acciones mediante las cuales las comunidades de origen africano han preservado, adaptado y transformado su identidad cultural a lo largo de siglos4. A través de una relación dialéctica entre adaptación y resistencia, estas comunidades han conservado elementos culturales africanos (religiones, músicas, lenguas, gastronomía) a la vez que forjaron expresiones propias, contribuyendo de manera invaluable al acervo cultural de la región (García, 2018).

La cultura de resistencia abarca el universo espiritual, los valores, la ética, las costumbres en los sectores sociales más amplios. (...) Este proceso no es premeditado; es un camino enmarañado: lo africano, lo autóctono, predomina en la visión y vida cotidiana y la capacidad de sumar, readaptando las nuevas realidades con una perspectiva sui generis (Álvarez Acosta, 2011, p.28).

El nivel de resistencia también es un parámetro esencial en lo que se califica como civilización o “cultura”. En ese caso, la cultura africana ha ocupado los primeros planos en la defensa de su autenticidad y en su capacidad de supervivencia en el continente de origen y más allá. Como plantea Iniesta (1986):

Ha habido cambios en las mentalidades, en los mecanismos institucionales, en los referentes míticos en casi todas la culturas negro-africanas, pero perviven los cimientos de una sólida cosmovisión tradicional.

La cultura de resistencia no solo incluye lo histórico y la cultura africana, que antecedió a la explotación capitalista en África, sino que expresa parámetros únicos y diversos, donde lo tradicional y lo moderno evolucionan de forma yuxtapuesta y el primero incorpora elementos del segundo, adaptándolo a su cosmovisión y viceversa (Álvarez, 2011). Esa cultura de resistencia también se ha manifestado en el plano de la política exterior y en el multilateralismo, lo que se ha evidenciado en el apoyo a los afrodescendientes en su accionar.

Este trabajo se propone exponer algunas de las principales características y manifestaciones de la cultura de resistencia de las comunidades afrodescendientes en el panorama latinoamericano y caribeño. Simultáneamente, explora el rol de África hacia dichas comunidades. En resumen, el objetivo final es ofrecer una mirada sobre las principales manifestaciones de la cultura de resistencia en la región y su intervinculación con el continente originario.

desarrollo

Los afrodescendientes

Existe una serie de características que se manifestaron durante la llegada y período de la trata de esclavos que, en última instancia, explican las diversas formas de adaptación, participación y resistencia de lo afro en las sociedades latinoamericana y caribeña. En ese ámbito, de acuerdo con Aguirre (2008), las comunidades esclavas:

De forma general, todas las expresiones y acciones afro combinaban dos componentes esenciales: adaptación y resistencia. Precisamente, la experiencia de las poblaciones de origen africano en la región, durante la esclavitud e incluso después de la abolición, puede sintetizarse en la relación dialéctica entre asimilación y rechazo, apropiación de modelos, valores ajenos y el desarrollo de formas propias (Aguirre, 2008).

Con independencia de las peculiaridades y formas de hacer de estos grupos y de las políticas discriminatorias y exclusionistas hacia ellos en cada Estado, hay una realidad válida para todos los casos: los afrodescendientes han tenido un papel protagónico en la conformación de la identidad latinoamericana y caribeña.

Entre la colonización y la

independencia

El eurocentrismo se expresó en los métodos de la colonización que incluyeron la diferenciación-exclusión, sobre la base de que algunos seres humanos eran superiores a otros. En este sentido, la sociedad se distinguía por la superioridad del “blanco”, frente a las otras categorías: “indio”, “negro” o “mestizo”. Las desigualdades y discriminaciones basadas en la concepción étnico-racial que impuso la colonización, se han mantenido como mecanismos contemporáneos.

Las diferencias sociales generadas a partir de las estructuras coloniales fueron codificadas como diferencias raciales, étnicas y nacionales, siendo el racismo la más visible manifestación de la “colonialidad del poder5” (Quijano, 1999, 2000 y 2005, citado por CEPAL y UNFPA, 2020).

Los afrodescendientes siempre han sido objeto de estereotipos racistas y formas entre sutiles y explícitas de discriminación y segregación ejercidas por la sociedad. Las estadísticas establecidas por diversas instituciones internacionales muestran claramente la relación directa entre la exclusión social y la discriminación racial (Agudelo, 2010).

En el devenir de la realidad latinoamericana y caribeña se han establecido dinámicas estructurales que, en última instancia, han determinado las desventajas de los afrodescendientes con respecto a otros grupos.

Entre los factores que han influido en el papel y lugar de cada “raza” en la estructura de los países y han mantenido el statu quo sobresalen la matriz productiva6 y la cultura del privilegio7. Ello bajo las desigualdades históricas estructurales en el plano económico y socio político (CEPAL y UNFPA, 2020).

En América Latina, predomina estructuralmente la elevada concentración de la propiedad y de la riqueza, tanto en el número de empresas como de personas. El mercado laboral vincula la estructura productiva con la desigualdad que le es inherente, en la productividad, el acceso y la calidad en materia de empleo (CEPAL y UNFPA, 2020).

O sea, la matriz productiva asegura y reproduce la matriz de desigualdad social que se asienta en una cultura del privilegio. “Esta última, por una parte, es constitutiva de la configuración histórica y social de las sociedades y economías latinoamericanas y se sigue reproduciendo hasta nuestros días a través de una variedad de actores, instituciones, reglas y prácticas” (CEPAL, 2018c, en CEPAL y UNFPA, 2020).

La matriz productiva y la cultura del privilegio han mantenido inmensas diferencias en lo económico, político y social entre las “razas”: es la discriminación institucionalizada. Las jerarquías naturalizadas por la cultura del privilegio según criterios de clase, de condición étnico-racial, de género o una combinación de todos esos factores contribuyen a reforzar la inercia del poder y la desigualdad (CEPAL, 2018c en CEPAL y UNFPA, 2020). En la práctica, aunque se reconozcan las desigualdades y hasta sus causas, como plantea la CEPAL:

Las personas afrodescendientes son una de las poblaciones que han sido dejadas atrás en lo referente a los beneficios del desarrollo, debido a históricos procesos de exclusión que se expresan en profundas desigualdades en desmedro de estas poblaciones. Asimismo, los Estados no han sido capaces de reconocer el enorme aporte económico, social y cultural que han hecho las personas y comunidades afrodescendientes al desarrollo de nuestros países. (CEPAL, 2018c en CEPAL y UNFPA, 2020, p.9)

En la práctica, la matriz productiva y la cultura del privilegio han condicionado el inmovilismo social, por lo que los afrodescendientes han mantenido su condición de explotados. Precisamente, sobre esta población, los censos no revelan la situación de pobreza en que viven, el poco acceso a la educación que enfrentan, las necesidades particulares de los servicios de salud, lo que se agrava en el caso de las mujeres, a esto se suma, la violencia y el uso de la mujer negra como objeto sexual. Esto se agrava en el caso de las féminas, a lo que se suma la violencia y el uso de la mujer negra como objeto sexual (Wilson Thatum, 2009).

Algunas cifras necesarias

En América Latina, la discriminación se ha mantenido y reproducido en todos los ámbitos de la vida. Según el Banco Mundial (2023):

De los 18 países incluidos en el estudio, hay un limitado acceso a la atención sanitaria de la población afrodescendiente, que se traduce también en altos índices de mortalidad materna, embarazos precoces y padecimientos epidemiológicos, mayoritariamente enfermedades drepanocíticas, las crónicas (como hipertensión, diabetes) y el VIH.

En la práctica, existen diferencias en todos los ámbitos de la vida de los afrodescendientes con respecto a los “otros”.

Los afrodescendientes y sus

acciones en contra de lo

establecido

A partir del fin del decenio de 1980, los movimientos afrodescendientes contra la discriminación racial y por la igualdad, se hacen más visibles en el debate sobre reivindicaciones que giran en torno a la diferencia cultural, el uso y manejo de los recursos naturales y la afirmación de la propiedad de los territorios que constituyen su hábitat y sus derechos políticos (Agudelo, 2019).

En varios países latinoamericanos los movimientos sociales de afrodescendientes obtuvieron el reconocimiento de importantes derechos colectivos y obligaron a sus Estados y a la opinión pública a aceptar la persistencia del racismo en sus respectivas sociedades. Asimismo, han librado luchas cada vez más visibles y exitosas por la obtención de diversos tipos de derechos colectivos, con el fin de superar la discriminación racial y la exclusión social y política. (Hooker, 2013, párr.1)

Asimismo, durante los años ochenta y noventa varios Estados latinoamericanos establecieron nuevos regímenes de ciudadanía multicultural. Consecuentemente, los afrodescendientes obtuvieron algunos derechos colectivos en cuanto a propiedad de la tierra y a la cultura. Sin embargo, estos no llegan a ser tan significativos como los logrados por los pueblos indígenas. Asimismo, en naciones como Brasil y Colombia se obtuvieron derechos contra la discriminación racial. A pesar de estos importantes logros, los derechos colectivos siguen siendo objeto de polémicas (Hooker, 2013).

En los años 90, la visibilidad estadística constituyó una reivindicación de movimientos sociales afrodescendientes respaldada por organismos internacionales, así como con el impulso de políticas públicas de inclusión social y superación de los problemas de discriminación racial (Agudelo, 2019). Se manifestaban diferentes formas de organización y lucha. Destacan los siguientes ejemplos:

Primeramente, el 25 de julio de 1992, mujeres negras de 32 países de América Latina y el Caribe se reunieron en República Dominicana, para dar lugar al Primer Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe. Allí se constituyó la Red de Mujeres afrolatinoamericanas y afrocaribeñas11; un espacio regional como plataforma de denuncia, intercambio y reflexión regional.

En segundo lugar, se da la participación de algunos movimientos afrodescendientes en el cuestionamiento de la celebración de los 500 años del “descubrimiento” de América. Sobresale que la respuesta del movimiento indígena con la consigna de “500 años de resistencia indígena” y la implementación de manifestaciones a escala continental, se transformó con la llegada de sectores del movimiento afro, en “500 años de resistencia indígena, negra y popular en América” (Martínez, 1992, en Aguledo, 2019).

Por último, el siglo XXI también ha sido testigo de nuevas firmas de organización de los afrodescendientes. Por ejemplo: la conformación de la Coalición Internacional por la Defensa, Conservación, Protección de los Territorios, del Medio Ambiente, Uso de la Tierra, y Cambio Climático de los Pueblos Afrodescendientes de América Latina y el Caribe. Integrada por 19 organizaciones12, se acordó su formación bajo la Declaración de Chota, el 17 de septiembre de 2022. Dicha coalición se oficializó en el Encuentro para el Fortalecimiento Organizacional y la Defensa de los Territorios Afrodescendientes en América Latina impulsado por el Proceso de Comunidades Negras – PCN Colombia, con el apoyo de Rights and Resources Initiative en el Territorio Ancestral Afrochoteño, en el Valle del Chota, Imbabura, Carchi, Ecuador.

En dicha declaración se establecieron varios objetivos, en función de la defensa de los territorios de los pueblos de afrodescendientes, entre los que destaca: impulsar una estrategia comunicacional que permita visibilizar las problemáticas y acciones generadas en los países en defensa de los territorios afrodescendientes y retomar los lineamientos del Plan de Acción de Durban, además de incluir los principios del vivir bien, como filosofía de los pueblos negros – afrodescendientes de América Latina y el Caribe (Declaración de Chota, 2022).

Algunos otros logros más importantes de esta etapa en América Latina, Agudelo (2019) los resumen en:

Sin embargo, en cuanto a la actividad de los afrodescendientes se plantea que: “(…) las expresiones de movilización y organización de estas poblaciones, aunque han existido, han sido más bien marginales” (Serbin 1991; Andrews 2007; Wade 2000 en Agudelo, 2010).

En ese contexto, debe destacarse que las acciones desde el continente originario han sido uno de los aspectos esenciales que ha contribuido a la lucha de los afrodescendientes.

África y los afrodescendientes

El V Congreso panafricano celebrado en Manchester en 1945 fue organizado por afrodescendientes y africanos; se iniciaba el proceso de unidad entre la diáspora y el continente originario15. En ese momento, se estableció una agenda compartida donde se priorizó la independencia inmediata de África.

Precisamente, bajo ese prisma, se fundó la Organización para la Unidad Africana (OUA) en 1963, que luchó por la unidad, la independencia y contra el racismo; fue el antecedente de la Unión Africana. Los vínculos entre la diáspora y el continente se incrementaron tras la fundación de esta última en julio de 2002.

Ese fue un momento de inflexión, pues se aprobó la participación de la diáspora en la agenda gubernamental de la organización. En la práctica, los afrodescendientes fueron incorporados a la construcción de la UA.

La expresión más representativa de la unidad e integración entre ambos lados del Atlántico fue la constitución de la Sexta Región (2003)16, que incluía a la diáspora, como otra región geográfica del continente africano17. En ese marco, destacan diversas acciones desarrolladas por la Unión Africana y la Diáspora como encuentros y conferencias con intelectuales, movimientos sociales. Ejemplo de esto es la Primera Conferencia de Intelectuales de África y la Diáspora, con la inclusión de participantes de los movimientos sociales de las Américas y el Caribe, celebrada en Dakar en octubre de 2004.

En el 2013, cuando se conmemoró el 50 aniversario de la fundación de su predecesora, la OUA, la UA decidió fortalecer su relación con la diáspora africana global y la elevó a prioridad permanente dentro de la estructura administrativa de la Comisión de la Unión Africana. Fue una cumbre conmemorativa especial que debatió el panafricanismo y el renacimiento africano. 

En otro ámbito, los países africanos mantienen la promoción de diversas formas de acercamiento y apoyo a los afrodescendientes: desde los programas de intercambio académico y cultural, hasta campañas para incentivarlos a visitar/reconectar con sus raíces. En la práctica, se ha tratado de preservar la cultura y la identidad afro a través de la protección del patrimonio cultural africano en la diáspora, la promoción de fórmulas para enseñar historia africana, entre otros.

Asimismo, se ha aumentado la cooperación con organismos regionales en América Latina y el Caribe. Por ejemplo, en 2015, durante la III Cumbre CELAC-UA, se emitió una declaración conjunta que incluía el compromiso de trabajar contra el racismo estructural y promover la inclusión de los afrodescendientes. Las acciones conjuntas se han mantenido hasta la actualidad.

Además, la UA apoya explícitamente el plan de reparaciones históricas de la CARICOM que exige compensaciones históricas por la esclavitud. También líderes africanos han participado en cumbres caribeñas (declaraciones conjuntas contra el racismo estructural, informes que exponen la discriminación en América Latina y envío de observadores a audiencias sobre derechos de afrodescendientes en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otros).

Han existido factores que han influido en la proyección del continente originario hacia la diáspora. Sobresalen: limitaciones presupuestarias para implementar proyectos, dificultades para poder coordinar acciones por el gran número de países que integran la organización (55 Estados miembros de la UA), conflictos internos, golpes militares, entre otros.

Mientras, desde la diáspora se ha coordinado ayuda humanitaria hacia países en conflictos o desastres naturales en África, entre otros; pero muchos gobiernos donde existe diáspora africana han restado importancia a la necesidad de avanzar en la cooperación entre América Latina y el Caribe con África.

Sistema de Naciones Unidas

En América Latina y el Caribe las acciones y demandas de los afrodescendientes han tenido una interrelación con las movilizaciones transnacionales de estos y las acciones a escala global y multilateral. A partir de los años 90 del siglo pasado hubo un ascenso en ese ámbito, donde se destaca el papel de las organizaciones y países africanos en la promoción de propuestas, apoyo, votación y soporte económico de los proyectos, entre otros.

Por ejemplo, en 1994 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lanza el programa «Las Rutas de las personas esclavizadas: resistencia, libertad y patrimonio» más conocido como La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad y patrimonio, que ha incentivado la creación de una red transnacional de investigadores sobre la historia de la trata esclavista. Además, promueve una serie de eventos en América Latina, el Caribe y África en los que participan historiadores(as) e intelectuales especialistas en el tema, se incluyen además líderes y activistas de movimientos afrodescendientes. Este programa ha contribuido a la producción de conocimientos innovadores, el desarrollo científico e iniciativas en recordatorio de lo que fue la esclavitud, su abolición y la resistencia que esta generó (UNESCO, 2024)18.

Durante el siglo XXI las acciones multilaterales se consolidaron en el reconocimiento y la lucha por los derechos de los afrodescendientes, lo que coincide con los pasos dados por la Unión Africana en la conjugación de los esfuerzos de unir a los afrodescendientes y los países del continente.

Hablando del plano multilateral, resulta esencial retomar los intercambios nacionales, subregionales y del conjunto de Latinoamerica y el Caribe celebrados a inicio del siglo XXI. Entre estos sobresale, además, la Pre-conferencia de las Américas celebrada en Santiago, Chile. En ella se delinearon los elementos de lo que sería la posición de los movimientos indígenas y afrodescendientes frente a los objetivos de dicha conferencia. Allí, los afrodescendientes comienzan a ser reconocidos como sujetos de Derecho Internacional (Agudelo, 2019), lo que le permite tener reconocimiento jurídico y una participación más proactiva en la defensa de sus derechos.

Estas reuniones formaron parte del proceso de preparación del evento que marcaría un punto de inflexión respecto del tema de los afrodescendientes y la lucha por sus derechos: la ya referida Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y Formas Conexas de Intolerancia. Se llevó a cabo en septiembre de 2001, en Durban, Sudáfrica, país que desempeñó un papel esencial19.

De la Conferencia de Durban surgió la Declaración y Plan de Acción de Durban. Los Estados de América Latina y el Caribe, presentes en dicho evento, se suscribieron a dicho documento para combatir la discriminación y el racismo manifiesto contra los grupos étnicos y las minorías. Se expusieron aspectos medulares sobre la situación de los afrodescendientes y se pidieron acciones concretas.

En la práctica fue un proceso de visibilización de las reivindicaciones de los afrodescendientes20.

A pesar de los avances en estos marcos, es válido destacar que aún no se ha logrado una posición consensual entre el conjunto de los movimientos afrodescendientes ni de parte de los Estados. Tanto el evento de Santiago como el de Durban, fueron insuficientes para lograr que los Estados reconocieran la persistencia del racismo y la discriminación sufrida por indígenas y afrodescendientes y la forma como dichos factores se relacionan directamente con la marginalidad y la pobreza en que viven estas poblaciones.

Sin embargo, no hay dudas de que Durban marcó un hito en la lucha por los derechos de los afrodescendientes. Posteriormente, se multiplicaron los foros, encuentros, seminarios, cumbres, en ámbitos nacionales y de carácter internacional. En términos generales, y con diferentes acentos y matices, se reiteran en estos espacios, los contenidos programáticos y reivindicativos de los objetivos de la conferencia de 2001.

Posteriormente, la Asamblea General de Naciones Unidas, proclamó 2011 como Año Internacional de los Afrodescendientes y, posteriormente, declaró el Decenio de los afrodescendientes de 2015 a 2024 con el propósito de priorizar, durante este periodo de tiempo, las medidas necesarias para lograr las reivindicaciones de las poblaciones afrodescendientes a escala mundial.

Por supuesto, la UA apoyó explícitamente el Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024) declarado por la ONU. Por otra parte, los países africanos han impulsado resoluciones sobre derechos de afrodescendientes en el Consejo de Derechos Humanos.

En general, los resultados han sido hasta cierto punto positivos, pero no suficientes. Se muestran algunos cambios en la inclusión de los afrodescendientes en las agendas globales (de los organismos internacionales) y en algunos de los gobiernos de la región, donde se han implementado a través de reformas constitucionales, así como por medio de leyes y decretos, entre otros.

El 20º aniversario de la aprobación de la Declaración y Programa de Acción de Durban (DPAD), junto con sus procesos y mecanismos de seguimiento, como el  Decenio Internacional para los Afrodescendientes, la Agenda Hacia un Cambio Transformador en Pro de la Justicia e Igualdad Raciales, y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, supuso una oportunidad para trabajar por la igualdad y justicia raciales en el centro de las agendas internacionales, regionales y nacionales.

Destacan algunas acciones, además de las planteadas, donde se demuestra que los afrodescendientes ocupan un espacio importante en la agenda internacional.

Por ejemplo, se ha creado el Foro Permanente de Afrodescendientes y un mecanismo internacional de expertos independientes sobre justicia e igualdad racial en el contexto de la aplicación de la ley en todo el mundo. Además, el 31 de agosto de 2021 se celebró por primera vez el Día Internacional de los Afrodescendientes.

Los logros en el ámbito multilateral, fundamentalmente en el sistema de Naciones Unidas, en cuanto a defensa de los derechos de los afrodescendientes han sido múltiples. Esto ha incidido hacia el interior de los países latinoamericanos y caribeños, aunque aún queda un largo camino por recorrer. Los resultados de sus luchas han dependido en gran medida de la ayuda internacional y de los objetivos y proyecciones de los países en cuestión.

conclusiones

Frente a la discriminación y las prácticas excluyentes, la cultura de resistencia ha sido una práctica cotidiana; los afrodescendientes en América Latina y el Caribe han luchado por preservar sus costumbres, tradiciones y formas de hacer, al igual que lo han hecho los habitantes del continente africano frente a la colonización, aunque en otro contexto y realidades.

Como consecuencia de la cultura del privilegio y la matriz productiva en América Latina y el Caribe, la descolonización no significó la igualdad para los afrodescendientes de la región, sino que los convirtió en víctimas de una discriminación estructural e institucionalizada, que ha derivado en diversas formas de lucha por sus derechos.

La cultura de resistencia ha tenido peculiaridades; no obstante han existido expresiones que han demostrado la intervinculación trasatlántica: por ejemplo, el panafricanismo a fines del siglo XIX y la Sexta Región en el siglo XXI. Ambos, aunque en momentos, etapas, formas de hacer y organizaciones diferentes, han perseguido la unidad y colaboración entre el continente y sus descendientes. Paralelamente, la defensa de los derechos de lo afro se ha ampliado y se evidencian en los ámbitos bilaterales, continentales y multilaterales en general.

Las formas de lucha por los derechos de los afrodescendientes han contribuido a que se visualice y se haya convertido en uno de los aspectos más discutidos en el plano multilateral. En ese ámbito, la lucha contra la discriminación y por los derechos de los afrodescendientes ha ocupado centro de debates y acuerdos.

África ha pasado a tener un papel más activo en la defensa de los afrodescendientes, utilizando mecanismos diplomáticos, culturales y de apoyo en diversos planos. Aunque aún puede mejorarse la coordinación y el impacto tangible, estas acciones han expresado un compromiso creciente con la diáspora como parte integral de la identidad africana.

La cultura de resistencia ha sido una forma de tolerar las condiciones que impuso el capitalismo, pero al mismo tiempo, luchar contra lo que agrede y cambiar el orden de cosas. Dicha cultura se ha manifestado a ambos lados del Atlántico, con métodos y objetivos que han variado a partir de las condiciones concretas de cada parte, pero ha sido algo que, en última instancia, como lo expresó tempranamente el panafricanismo, ha formado parte del mismo proceso.

referencias

bibliográficas

Notas

  1. El uso de afrodescendiente se va a generalizar entre la mayoría de los organismos internacionales y será asumido igualmente por buena parte del movimiento político de las poblaciones de origen africano; sin embargo, el debate sigue en curso sobre la pertinencia de usar otras formas de nombrarse o de ser nombrado (Aguledo, 2019).
  2. En ocasiones se le denomina afrolatinoamericanos.
  3. El panafricanismo es un movimiento político, ideológico, cultural y racial, que se propuso la unidad entre los que estaban en América y el continente africano, e incluía el retorno.
  4. En los casos latinoamericano y caribeño, en cada región, país o comunidad, las realidades de la inserción afro tuvieron particularidades, aunque pueden determinarse tendencias y rasgos generales.
  5. La colonialidad del poder “es un concepto que da cuenta de uno de los elementos fundamentales del actual patrón de poder, la clasificación social básica y universal de la población del planeta en torno de la idea de raza (Quijano, 1999, 2000 y 2005, citado por CEPAL y UNFPA, 2020).
  6. La matriz productiva se refiere a la organización de la sociedad en los procesos que intervienen en la producción de bienes y servicios. Expresa el papel y lugar de los seres humanos en función de sus respectivas situaciones en cuanto a las fuerzas productivas.
  7. La cultura del privilegio asegura una jerarquía de relación fuerza productiva y relaciones de producción en América Latina y el Caribe donde afrodescendientes y aborígenes se mantienen como mano de obra no calificada, sin posibilidades de subir en la escala socio-clasista.
  8. Incluso, teniendo el mismo nivel educativo y experiencia, ganan menos que sus pares no afrodescendientes por el mismo tipo de trabajo en todos los países.
  9. La discriminación en el aula es una de las primeras formas de exclusión con la que se enfrentan los niños, niñas y jóvenes afrodescendientes en América Latina. Tienen más probabilidades de abandonar el sistema educativo temprano, cuentan con acceso limitado a las tecnologías digitales.
  10. Un estudio sobre las poblaciones afrodescendientes en 18 países de América Latina demuestra que estos grupos poblacionales viven en condiciones sociales y económicas drásticamente desiguales que perjudican la salud.
  11. Esta red se formó dirigida a trabajar en conjunto para mejorar la vida de las mujeres negras, promover la comunicación e intercambios con otras organizaciones, así como fomentar la participación de las afrodescendientes en los distintos espacios políticos y de decisión (Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica [OIJ], s.f.).
  12. Consejo Nacional Afroboliviano (Bolivia), Lumbanga (Chile), Coordinación Nacional de Articulación de Comunidades Negras Rurales Quilombolas (CONAQ) (Brasil), Tercer Congreso Unitario del Pueblo Afroecuatoriano CUPA III (Ecuador), Centro de Desarrollo Étnico (CEDET) (Perú), Organización México Negro (México), Organización de Desarrollo Étnico Comunitario (ODECO), (Honduras), Comarca del Norte de Esmeraldas (CANE) (Ecuador), Red de Jóvenes del Valle del Chota (Ecuador), Federación de Comunidades y Organizaciones Negras de Imbabura y Carchi (FECONIC) (Ecuador), Coordinadora de Mujeres Negras Carchi (CONAMUNE-C) (Ecuador), Fundación de Desarrollo Social Afroecuatoriana (AZÚCAR) (Ecuador), Comuna Río Santiago Cayapas, Comuna Barranquilla – San Javier de Cachaví (Colombia), Centro de Investigaciones Familia Negra (CIFANE) (Ecuador), Asociación Afrogarífuna de Nicaragua (AAGANIC) (Nicaragua), Organización Negra Guatemalteca (ONEGUA) (Guatemala), Red Paraguaya de Afrodescendientes (RPA) (Paraguay) y Proceso de Comunidades Negras (PCN) (Colombia).
  13. La primera reunión se realizó en Brasilia, la segunda en Bogotá en 2004; en 2005 tuvo lugar en San José y Limón, Costa Rica; y en Cali, Colombia, en 2008. Uno de los aspectos que denuncian los parlamentarios que hasta hoy se han ido integrando a este proceso es la subrepresentación política de las poblaciones de origen africano en la región (Agudelo, 2005 en Agudelo, 2019).
  14. ORAPPER promueve, a su vez, la creación de una nueva red: la Coalición Latinoamericana y Caribeña de Ciudades Contra el Racismo, la Discriminación y la Xenofobia con el apoyo de la UNESCO y gobierno de Ecuador.
  15. La conferencia fue la primera en incluir masivamente a representantes africanos jóvenes (como Nkrumah, Kenyatta) junto a figuras diaspóricas clave (Du Bois, Padmore).
  16. La interrelación entre las partes se instrumentó a través del programa de Acción de la Diáspora. Se creó un grupo de trabajo para diseñar políticas destinadas a apoyar la diáspora, entre otros aspectos.
  17. En la práctica, la Sexta Región es un proyecto en construcción que tiene un gran potencial simbólico, pero ha sido limitado por realidades prácticas. El Artículo 3(q) del Acta Constitutiva de la UA invita a la diáspora a participar en el desarrollo del continente, dando marco a programas de cooperación (Constitutive Act of the African Union, 11 de julio de 2000).
  18. Además de las iniciativas culturales y educativas como el proyecto de la Ruta del Esclavo, ha habido apoyo financiero y logístico de países como Benin y Senegal para preservar sitios de memoria de la esclavitud en América Latina, en Brasil y Colombia, la creación de museos y centros culturales conjuntos, entre otros.
  19. En ese contexto, el impulso de la ONU y de otras organizaciones internacionales –y países- implicadas en el tema, así como la movilización de las poblaciones de origen africano en las diferentes naciones, presionaron a los gobiernos a comprometerse con las orientaciones que surgieran de la Conferencia de Durban.
  20. Aunque los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM) van a emprender algunas iniciativas en este sentido. Al mismo tiempo, diferentes organismos internacionales como el PNUD así como instituciones de cooperación, han hecho eco de estos compromisos establecidos en las agendas de Durban para respaldar sus programas en relación con los afrodescendientes (Agudelo 2019).