Recibido: 25 de enero de 2024

Conflicto de Intereses:

Las autoras declara que no existen conflictos de intereses relacionados con el artículo.

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Aprobado: 25 de febrero de 2024

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Cómo citar (APA, séptima edición):

Sánchez León, A.C &. Gómez García, G. (2025). La Asociación Económica Integral Regiona en la dinámica geopolítica de Asia Pacífico. Revista Científica Universitaria Ad Hoc, 6 (2), 65-75.

resumen

Desde los inicios del siglo XXI, el sistema internacional se ha caracterizado por la consolidación de Asia Pacífico como nuevo centro de gravedad económico global. Este desplazamiento desde el Atlántico hacia el extremo oriental del planeta ha definido, en última instancia, nuevas relaciones de poder y una intensa carrera por mayores zonas de influencia entre Estados Unidos y China. De ahí que la política exterior estadounidense, con un punto relevante desde el mandato de Obama, se haya centrado en mantener su presencia en la región y minimizar la influencia de Beijing. Sin embargo, no ha podido contener en gran magnitud el protagonismo de China en el área, en un contexto donde han emergido acuerdos OMC+ regionales como la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). El megacuerdo ha determinado una reconfiguración del balance de fuerzas en el continente asiático. Mientras para Estados Unidos representa una amenaza a su hegemonía, para China constituye un mecanismo de fortalecimiento de su liderazgo y de las relaciones con los países vecinos. En este sentido, el RCEP evidencia un retroceso en la supremacía estadounidense en el orden mundial de la economía, en el escenario de transición intersistémica actual. Teniendo esto en cuenta, la presente investigación se propone como objetivo: analizar el impacto del RCEP en la competencia geopolítica entre China y EE. UU, durante el período 2020-2024.

Palabras Clave: China, Estados Unidos, Asia Pacífico, geopolítica, sistema internacional.

ABSTRACT

Since the beginning of the 21st century, the international system has been characterized by the consolidation of Asia Pacific as a new center of the global economic gravity. This displacement from the Atlantic to the Eastern side of the planet has defined new power relations and an intense race for greater zones of influence between the United States and China. Hence, U.S foreign policy, with a relevant point since Obama´s term of office, has focused on maintaining its presence in the region and decreasing Beijing´s influence. However, the US government has not been able to contain China´s leading role in the area to any great extent, in a context where regional WTO+ agreements such as the Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP) have emerged. This mega-agreement has determined a turn in the geopolitical competition between Beijing and Washington. While for the U.S it represents a threat to its hegemony, for China it is a mechanism for strengthening its geopolitical leadership and relations with neighboring countries. According to this, the RCEP is evidence of a reversal of U.S supremacy in the world economic order, in the current scenario of an intersystemic transition. Therefore, the present article aims to analyze the impact of the RCEP on the geopolitical competition between China and the U.S during the period 2020-2024.

Keywords: China, United States, Asia Pacific, geopolitics, international system.

introducción

Desde los inicios del siglo XXI, el sistema internacional se ha caracterizado por la consolidación de Asia Pacífico como nuevo centro de gravedad económico global. Este desplazamiento desde el histórico Atlántico hacia el extremo oriental del planeta ha definido, en última instancia, nuevas relaciones de poder, cambios en la estructura geopolítica actual y una intensa carrera por mayores zonas de influencia entre Estados Unidos (EE. UU.) y China, como potencias pujantes en el área.

Esta realidad ha condicionado que la política exterior del gobierno estadounidense, indistintamente de la administración en curso, conduzca desde la década de los noventa del siglo pasado, esfuerzos por maximizar su influencia en Asia Pacífico. Este nuevo enfoque ha cobrado mayor relevancia, en tanto China se fortalece como motor impulsor de las relaciones comerciales en la región.

Durante el gobierno de Barack Obama (2009-2017), por ejemplo, las acciones por el liderazgo en Asia Pacífico adquirieron una envergadura cualitativamente superior respecto de sus predecesores, al incorporar, junto a otras tácticas, el empleo del “poder blando”. Con Donald Trump, la estrategia de seguridad nacional estadounidense ubicó a China entre los principales objetivos, desde un ataque frontal a la emergencia del gigante asiático en el sistema internacional. Por su parte, Joseph Biden (2021-2025) catalogó a China como el competidor más desafiante a su hegemonía.

Sin embargo, ninguna de estas estrategias ha podido contener en gran magnitud el crecimiento de China como potencia emergente. Por el contrario, ha devenido en catalizador para el desarrollo de iniciativas asiáticas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda (IFR). Así lo evidencia, igualmente, la implementación de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés: Regional Comprehensive Economic Partnership).

Este proyecto multilateral se clasifica como un megacuerdo comercial. Atendiendo a su conceptualización, dicho tipo de tratados comerciales resaltan por los indicadores económicos de sus miembros, su posible repercusión en las cadenas de valor global y la amplitud de los temas que abordan, en pos de una integración más profunda (González, 2024).

En este sentido, el RCEP surge como contrapartida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación (TPP), megacuerdo comercial que se encontraba liderado por EE. UU. hasta el 2017 para aislar a China. El RCEP ocupa un rol clave en la dinamización de la región del Sudeste Asiático como el centro de gravedad de la economía mundial, con un fuerte protagonismo del gigante asiático y notables avances en la integración económica del área.

El presente artículo se propone como objetivo analizar el impacto del RCEP en la competencia geopolítica entre China y EE. UU. durante el período 2020-2024. Para ello, el artículo profundiza, más allá de un estudio económico, en los efectos y el impacto estratégico que ha traído el acuerdo para ambas potencias.

desarrollo

La Asociación Económica

Integral Regional en contexto

La entrada en vigor de los Tratados de Libre Comercio1 (TLC) en Asia Pacífico ha adquirido especial relevancia, pues ha profundizado la integración económica en el área. A pesar de ello, vale destacar que este proceso integracionista de carácter económico comenzó relativamente tarde en comparación con otras regiones como Europa, América Latina y Norteamérica (Bartesaghi, 2017).

No obstante, la escalada de acuerdos firmados a partir de finales del siglo XX se ha convertido en un pivote esencial del desarrollo en la región. Ello está vinculado al rol del área en el comercio mundial, la participación de países como China, Corea del Sur, Japón, Australia y Nueva Zelanda y el bloque de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), así como el declive económico relativo de EE. UU., como potencia de tradicional interés dentro de la zona.

La Asociación Económica Integral Regional surge como el mayor acuerdo de libre comercio en medio de este contexto de competencia inter-potencias. Puesto en vigor desde el 1º de enero de 2022, el RCEP integra a quince naciones; entre ellas, los diez países integrantes de la ASEAN: Camboya, Brunei Darussalam, Myanmar, Filipinas, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam; unido a Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda y China.

El acuerdo constituye un proyecto impulsado en el seno de la ASEAN de la mano de China, como respuesta a la necesidad de los países vinculados de otorgarle mayor fluidez al funcionamiento de las cadenas regionales de valor, y reducir los costos de transacción asociados al Asian Noodle Bow2 (Herreros, 2022). El estancamiento de propuestas similares como el TPP donde se encontraba EE. UU., catapultó el proceso constitutivo en torno al RCEP.

Tras largos años de complejas negociaciones por la multiplicidad de intereses y niveles de desarrollo, el acuerdo emerge con un enfoque comprensivo con el objetivo de armonizar los tratados ya existentes. Esto se ha visto acelerado por los impactos económicos de la Covid-19, como una recesión con profundos efectos en la economía mundial. Por tanto, la firma y la entrada en vigor del acuerdo, catalizador de la cooperación económica de Asia Pacífico, resulta relevante puesto que no fue interrrumpida aún en período pandémico.

Finalmente, el proceso negociador del RCEP concluyó luego de 31 reuniones ministeriales. El documento constitutivo resultó en veinte capítulos con variedad de temas. Entre estos destacan la reducción de aranceles, la facilitación de la cooperación aduanera, la inversión extranjera, la propiedad intelectual, las medidas sanitarias y la competencia (Herreros, 2022). Se estableció, además, en su artículo 15 que los países menos desarrollados de la ASEAN (Camboya, Laos y Myanmar) serían los priorizados para recibir proyectos e inversiones de cooperación económica (Araujo, 2022).

El RCEP. Una herramienta

multilateral en la agenda china.

Para China, esta asociación representa, más allá de una herramienta para el desarrollo económico integral de la región, un elemento clave de su estrategia geopolítica para promover el multilateralismo y disminuir la influencia económica de EE. UU. en Asia. Por tanto, el acuerdo resulta clave para enfrentar los riesgos y desafíos del proteccionismo, y sirve de acceso a más mercados de importancia, lo que contribuye a una rápida recuperación económica (Diez, 2024).

Asimismo, el RCEP permite a China establecer normas y estándares regionales alineados a sus intereses. La posibilidad de contar con miembros de tanto peso económico en el área refuerza su supremacía e influencia en las cadenas de suministro regionales y los mercados de consumo. Ello incide en el aumento de la interconexión de los países con los mercados chinos (Kim, s.f).

Al impulsar una plataforma de colaboración para el comercio, la inversión y el crecimiento económico compartido, Beijing apunta a minimizar la dependencia de los acuerdos unilaterales que suelen estar dominados por las potencias occidentales. De ahí que el RCEP funcione como mecanismo de integración regional, y refuerce el papel central de China en un orden mundial multipolar.

Por un lado, el pacto comercial le ha sido útil para fortalecer los vínculos con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, así como para alinear la Iniciativa de la Franja y la Ruta con el Plan Maestro de Conectividad de la ASEAN 2025 (Diez, 2024). Esto ha posicionado a China como el mayor inversor de la región, sobre todo en Brunei, Camboya y Laos; y ha aumentado el número de producciones de energía renovable en otros países como Indonesia, Vietnam y Tailandia.

A partir de la entrada en vigor del RCEP en 2022, China pasó a representar el 21% de las exportaciones y el 24% de las importaciones de la ASEAN. Vietnam (3,8%), Malasia (2,4%) y Singapur (2,2%) resaltan como los principales destinos de sus exportaciones en los sectores de maquinaria y productos electrónicos, con un porcentaje superior al 40% en los tres países. Además, las inversiones del gigante asiático en el resto de la región han priorizado, desde el año 2021, los sectores de manufacturas (3.512 millones de dólares), la comunicación e información (2.439 millones de dólares) y el sector inmobiliario (2.355 millones). En este sentido, Beijing asegura su expansión en Asia Pacífico y el abastecimiento de materias primas de los países cercanos, apoyados en la construcción de infraestructuras de conectividad y almacenamiento. De esta forma, se evidencia un mayor intercambio entre China y los países miembros de la organización (Gil Pérez, 2023).

El acuerdo también trae significativos beneficios para el gobierno de Xi Jinping, visto como una de primeros acuerdos exitosos entre China, Japón y Corea del Sur, en un largo tiempo. Si bien ya habían tenido lugar negociaciones entre estos países dentro del marco de la ASEAN+3 y sus extensiones, lograr la firma de un TLC había sido muy difícil a raíz de sus relaciones históricas y políticas. Hasta el momento, China solo había materializado acuerdos comerciales formales con Corea del Sur, mientras que con Japón mantenía un gran déficit comercial y sus habituales disputas. Por el contrario, el nuevo plan facilita los lazos económicos entre los tres vecinos y sus provincias limítrofes, lo que favorece la circulación intrarregional al igual que la interna.

En este sentido, el fortalecimiento de las relaciones económicas deviene un triunfo político y diplomático para China por el afianzamiento de su influencia en Asia, en medio del diferendo comercial y tecnológico que libra con EE. UU. Con la firma del RCEP, el gigante asiático garantiza poder hacer frente a una disociación con Occidente, y a un posible intento de este de establecer un sistema paralelo. Además, permite estabilizar su relación con los países vecinos. Esto último es indispensable para su ascenso como potencia (Su, 2022).

Implicaciones geopolíticas

para EE. UU.

Desde el radio de competencia de EE. UU., Asia Pacífico ha permanecido como área geopolítica de relevancia desde el fin de la segunda Guerra Mundial. Los años posteriores al conflicto determinaron la supremacía norteamericana en el sistema capitalista y en gran parte del área. En este sentido, importantes economías como Japón, Australia y Nueva Zelanda han mantenido un statu de alianza con EE. UU. en el orden geopolítico y de seguridad.

Su interés por influir en las relaciones comerciales de carácter multilateral del área tiene un marcado antecedente en su papel en la fundación del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico APEC. En 1993, desde este marco, la administración del demócrata Bill Clinton (1993-2001) redefinió sus líneas estratégicas para la región de Asia Pacífico sobre la base de una plataforma de libre comercio (Bartesaghi, 2017). Sin embargo, los primeros pasos por introducirse en el despegue económico asiático no surtieron los efectos esperados. Ello se explica por los cambios que ocurrían en la región como la crisis financiera de 1997.

Si bien EE. UU. conducía alianzas estratégicas en la región, la ausencia de un acuerdo comercial multilateral exclusivo con países de Asia Pacífico denotaba un peligro para su hegemonía en un contexto de globalización. No fue hasta la segunda administración de George W. Bush (2001-2009), que el país reconoce su lejanía en los procesos de integración económica de la región asiática (Ramírez Bonilla, 2014), cuando se incorpora a las negociaciones del TPP en 2005.

En este contexto, garantizar la participación directa de EE.UU. en las dinámicas comerciales del área se convirtió en un eje necesario de su política exterior. Ello contrarrestaría cualquier influencia en ascenso que perjudicara sus intereses geopolíticos. Por varios años, el tratado fue negociado, aunque de forma lenta debido a la complejidad de su contenido y la variedad de intereses.

Para la administración de Barack Obama (2009-2017), el mercado de la región figuró como el más importante. Su gobierno incorporó como eje de su política exterior el concepto de “pivote asiático”, rescatando la teoría geopolítica del británico Halford Mackinder, quien planteaba que el dominio del mundo comenzaba por establecer el control en una zona geográfica de gran valor. Teniendo esto en cuenta, el interés del expresidente por lanzar un área de libre comercio estuvo acompañado por la estrategia de reforzar la seguridad de la zona, y no permitir el avance de China. En su apuesta por mayor liderazgo en Asia, el TPP constituía una herramienta del creciente rejuego político. Las giras del exmandatario por la región y su discurso sobre un reequilibrio estructural ubicaron al gigante asiático como una amenaza.

Con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump en 2017, el peligro que suponía China condujo a una especie de guerra fría de carácter comercial. Sin embargo, su política proteccionista de “América primero”, resquebrajó los intentos de poder cooperar con Asia Pacífico. En ese propio año se retiró de las negociaciones del TPP. Esta decisión dejaba sin acuerdo comercial con EE. UU., a Australia y Japón. Ello condujo a que el proyecto se redefiniera sin la presencia norteamericana, como el Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP3, por sus siglas en inglés), en vigor desde 2018.

El primer mandato de Trump (2017-2021) constituyó una escalada radical contra China sobre la base de una férrea competencia tecnológica y elevados aranceles a productos chinos. Su administración otorgó mayor importancia al Indo-Pacífico como zona de influencia para detener el avance de China, y al Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD, por sus siglas en inglés). A pesar de ello, EE. UU. no logró recuperar terreno en Asia como se proponía. El proteccionismo de Trump y un redireccionamiento al Indo-Pacífico posibilitó el avance del RCEP con su visión de Asia Pacífico, como acuerdo con perspectivas de profundizar la integración y otorgar mayor grado de autonomía regional (Schulz, 2022).

Por su parte, el sucesor de Trump, el demócrata Joseph Biden (2021-2025) mantuvo la política de contención contra China con algunos cambios. No obstante, no ha sido un contrapeso relevante en medio de su crisis hegemónica, al carecer de una alternativa factible para los países del área que haga frente a iniciativas como el RCEP, ya entrado en vigor en su período de mandato. La presión de EE. UU. sobre sus aliados por debilitar la supremacía de China en la región ha transitado desde el orden de seguridad con alianzas como el AUKUS junto a Australia y Reino Unido, y el relanzamiento del QUAD. Independientemente de esto, el efecto ha sido considerablemente diferente en el orden económico.

Aunque la división de la región en torno al RCEP y el original TPP ha terminado, Biden propuso nuevas formas de cooperación con Asia Pacífico para recuperar el liderazgo estadounidense. En este sentido, el exmandatario sumó tres giras por la región desde su llegada a la Casa Blanca. Estas comprendieron una primera en mayo de 2022 a Corea del Sur y Japón; la siguiente en noviembre del propio año en Camboya para la cumbre de la ASEAN; y la última en septiembre de 2023, durante la cual recorrió Vietnam, en el marco de la cumbre del G20. Como denominador común destaca un remarcado interés de EE. UU. por irrumpir en el avance de China, tomando como estrategia el compromiso de aliados, fundamentalmente Nueva Delhi.

Precisamente, la India es parte del concepto del Indo-Pacífico promovido por EE. UU., y ha mantenido una actitud desafiante ante los beneficios que aporta el RCEP, tras su salida de las negociaciones del megacuerdo en 2019. Dicha decisión se interconecta a la lógica estadounidense de obstaculizar el avance chino, mediante un nuevo frente geopolítico, más que una estrategia por redefinir límites marítimos en torno a las proximidades del Océano Índico (Serbin, 2021).

Otro aspecto significativo de las giras de Biden resulta el lanzamiento del Marco Económico del Indo-Pacífico (IPEF por sus siglas en inglés), que incluye a economías signatarias del CPTPP y el RCEP, durante la primera gira asiática del exmandatario. El instrumento se ha propuesto avanzar en sostenibilidad, crecimiento económico y resiliencia para las economías, mientras que desglosa su contenido en cuatro pilares4 principales: comercio, cadenas de suministro, energías limpias e impuestos.

Si bien pudiera significar un acuerdo de ventajas particulares para países que no contemplan un tratado de este tipo con EE. UU., el IPEF representa un intento de Washington de reajustar las dinámicas geopolíticas en juego. No obstante, las pretensiones del marco tienen un alcance menor que esfuerzos precedentes en cuanto a postulados y cifras de indicadores económicos (González Sáez, 2022).

La conducta pragmática de los países asiáticos, socios tradicionales o no de EE. UU., ha evidenciado un interés de apostar por la integración económica de la región. El RCEP representa una plataforma que reporta importantes beneficios para todas las naciones presentes en el acuerdo. Esto lo posiciona como una opción viable para la región, que complementa otras iniciativas de cooperación económica.

La finalización del mandato de Biden en el contexto de la reincorporación de Donald Trump a Washington significa un retroceso en marcos institucionales como el IPEF. Su anterior recorrido por la Casa Blanca denota una posible competencia férrea contra China y los mecanismos como el RCEP para su segundo período presidencial. La estrategia proteccionista de Trump anunciada en su campaña electoral refiere incluso, una posible salida de EE. UU. de alternativas comerciales ajenas a su discurso “Make America Great Again”.

El curso de su mandato, y en especial su política respecto a la integración económica en Asia Pacífico, deviene un factor clave en las dinámicas globales. Un incremento de los aranceles para productos extranjeros que ingresen a EE. UU. podría afectar a los países firmantes del RCEP. Esto se debe a que las economías miembros del megacuerdo constituyen socios principales de EE. UU., con un amplio superávit comercial5, por lo que el país norteamericano pretende reducir dicho indicador mediante los impuestos. Sin embargo, el tratado ha abierto oportunidades de mercado y proyecciones de crecimiento relevantes, con énfasis en la interconexión de las cadenas regionales de suministros a la producción. Por tanto, lograría reducir los efectos adversos de una ola proteccionista de Trump.

El RCEP podría generar un crecimiento económico de 245 mil millones de dólares y crear 2,8 millones de empleos en el área para 2030 (Diez, 2024). Este balance ofrece en un primer momento, cambios sustanciales en la dependencia de Asia Pacífico a mercados extrarregionales como puede constituir EE.UU. En un segundo plano, evidencia cómo la región avanza hacia una autonomía cada vez mayor, donde podría identificarse como un polo en creciente integración económica, con capacidades de recuperación y sostenibilidad propias, insertadas en la visión asiática del desarrollo. Este elemento constituye, por tanto, un desafío para la agenda exterior estadounidense y una desventaja competitiva en su carrera estratégica contra China, a tener en cuenta por el mandatario Donald Trump.

conclusiones

La constitución del RCEP refleja la continuidad del proceso de integración regional en Asia Pacífico y la apuesta por la liberalización comercial, mientras Estados Unidos promueve el proteccionismo. Su entrada en vigor ha contribuido al mejor funcionamiento de la producción, el comercio y la inversión entre sus países miembros. Esto lo confirma como el TLC líder dentro del área y el mundo, en función del desarrollo de una zona con un incentivo sociodemográfico considerable.

El RCEP evidencia, a su vez, cambios estructurales en el dinamismo de la región, donde las normas de un acuerdo de tal magnitud y pese a la heterogeneidad de sus signatarios, muestra avances en la armonización de las interconexiones entre ellos. No obstante, los retos de aportar un mayor carácter inclusivo y reducir los grandes costos para las economías menos avanzadas continúan en la mesa, sobre todo en el escenario de una intensa carrera entre China y EE.UU.

El propio dinamismo económico de Asia Pacífico ha determinado el papel del acuerdo en la reconfiguración del tablero geopolítico regional. Como un pacto clave en la recuperación económica del área luego del desgaste ocasionado por la pandemia, sus efectos trascienden las dimensiones estrictamente comerciales de un tratado de esta naturaleza. De esta forma, evidencia un giro en la competencia geopolítica entre Beijing y Washington, en la que hoy ya China se ha convertido en el principal socio comercial de casi toda la región y de 150 países en el mundo.

Sin embargo, las más recientes administraciones estadounidenses, encabezadas por Trump y Biden en su guerra contra China, han cedido espacio para el gigante asiático. A medida que EE. UU. se orienta hacia acuerdos bilaterales o multilaterales emplazados en el Indo-Pacífico, el RCEP ha priorizado la cooperación sobre la competencia, y se ha consolidado como una apuesta de mayores beneficios para sus miembros con una visión más integral de desarrollo.

Mientras para EE. UU., este TLC representa una clara amenaza a su hegemonía, para China constituye un mecanismo de vital importancia para el fortalecimiento de su liderazgo geopolítico y de las relaciones con sus países vecinos. No solo le ha permitido afianzar su papel en las cadenas de suministro y producción intra y extrarregionales, también ha representado una alternativa ante el proteccionismo y las agresiones externas.

El megacuerdo, a pesar de contar con los aliados tradicionales de EE.UU., muestra el realineamiento pragmático de estos hacia la visión de desarrollo cooperativo propuesta por China. En este sentido, el RCEP evidencia un retroceso en la supremacía estadounidense en el orden mundial de la economía, en un contexto de transición intersistémica. Mientras que, todavía queda la incertidumbre si la dependencia de las naciones menos desarrolladas realmente disminuye o solo cambia de centro.

referencias

BIBLIOGRAFÍA

notas

  1. Un Tratado de Libre Comercio (TLC) es un acuerdo suscrito entre dos o más países con el objetivo de liberalizar el comercio, reducir los aranceles y profundizar acuerdos (Bartesaghi, 2017) Los TLC impulsan la integración económica bilateral o multilateral, en mayor o menor medida dependiendo de su contenido sobre el funcionamiento de los flujos financieros en cuestión.
  2. El efecto “plato spaghetti” o Asian Noodle Bow expresa la superposición de las normas arancelarias sobre los productos comercializados entre los países de Asia Pacífico, debido a la convergencia de múltiples acuerdos bilaterales, trilaterales o multilaterales entre ellos. Esto ha complejizado la determinación por las aduanas de la norma de reducción de aranceles (López Jiménez, 2015).
  3. El acuerdo quedó finalmente integrado por Australia, Brunéi Darussalam, Canadá, Chile, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
  4. Cada uno de estos pilares pueden ser escogidos indistintamente por los países interesados, sin obligatoriedad en todos. La iniciativa que aboga por la prosperidad de sus miembros, suma hasta la fecha tres reuniones ministeriales para avanzar en las negociaciones (U.S. Department of Commerce, s.f)
  5. Un superávit se produce cuando las exportaciones de un país superan sus importaciones en un período determinado.