Recibido: 25 de enero de 2024

Conflicto de Intereses:

Los autores declaran que no existen conflictos de intereses relacionados con el artículo.

Contribución de Autoría:

No aplica

Agradecimientos:

No aplica

Financiación:

No aplica

PrePrint:

No publicado

Aprobado: 25 de febrero de 2024

Derechos de Autor:

Los derechos de autor son mantenidos por los autores, quienes otorgan a la Revista Científica Universitaria Ad Hoc los derechos exclusivos de primera publicación. Los autores podrán establecer acuerdos adicionales para la distribución no exclusiva de la versión del trabajo publicado en esta revista (por ejemplo, publicación en un repositorio institucional, en un sitio web personal, publicación de una traducción o como capítulo de un libro), con el reconocimiento de haber sido publicada primero en esta revista. En cuanto a los derechos de autor, la revista no cobra ningún tipo de cargo por el envío, el procesamiento o la publicación de los artículos.

Cómo citar (APA, séptima edición):

Rodríguez Ferreiro et al. (2025). El impacto de la Covid-19 en las economías de la CARICOM (2019-2023). Revista Científica Universitaria Ad Hoc, 6 (2), 31-43.

resumen

Las economías de los países que conforman la Comunidad del Caribe (CARICOM) enfrentan una alta dependencia del comportamiento del mercado mundial. Estas se caracterizan por una alta vulnerabilidad estructural, carencia de financiamiento, baja productividad, altos niveles de endeudamiento y la baja capacidad de resiliencia frente a la propensión a desastres naturales. La pandemia de la COVID19 no solo exacerbó estas condiciones económicas adversas, sino que también evidenció cierto grado de fragmentación interna en CARICOM, presente ya en los años anteriores a la crisis sanitaria. Sin embargo, este periodo marcó un punto de inflexión, dado que la pandemia impulsó una revalorización de las alianzas regionales como estrategia para enfrentar los desafíos económicos y sociales impuestos por la crisis. En este contexto, el fortalecimiento de la unidad regional se convierte en un elemento clave para promover medidas efectivas que estimulen la recuperación y revitalización económica en la etapa post-pandémica.

Palabras Clave: CARICOM, alianzas regionales, COVID-19, recuperación.

ABSTRACT

The economies of the countries that make up the Caribbean Community (CARICOM) face a high dependence on global market behavior. They are characterized by high structural vulnerability, lack of financing, low productivity, high levels of debt, and limited resilience capacity against the propensity for natural disasters. The COVID-19 pandemic not only exacerbated these adverse economic conditions but also highlighted a certain degree of internal fragmentation within CARICOM, which had already been present in the years prior to the health crisis. However, this period marked a turning point, as the pandemic spurred a revaluation of regional alliances as a strategy to face the economic and social challenges imposed by the crisis. In this context, strengthening regional unity becomes a key element to promote effective measures that stimulate economic recovery and revitalization in the post-pandemic stage.

Keywords: CARICOM, regional alliances, COVID-19, recovery.

introducción

El escenario económico internacional de los últimos años, intensificado por la pandemia de COVID 19, ha generado transformaciones profundas y desafíos sin precedentes para los países del Caribe Insular. La crisis sanitaria, que se extendió rápidamente por todo el mundo, exacerbó vulnerabilidades históricas en economías caracterizadas por su reducido tamaño y persistentes debilidades en los planos, sociales, económicos, políticos y medioambientales. Estas economías, a menudo marcadas por estructuras productivas poco diversificadas y una elevada dependencia de sectores como el turismo y las exportaciones de productos básicos, se vieron particularmente afectadas ante la magnitud del shock global. En este contexto, la pandemia no solo intensificó los problemas preexistentes, sino que también puso en evidencia la necesidad de repensar modelos de desarrollo y establecer mecanismos de respuesta que promuevan una recuperación sostenible y resiliente.

La emergencia de la pandemia, provocada por el COVID 19, obligó a los gobiernos del Caribe a adoptar respuestas multidimensionales, combinando medidas de salud pública con estrategias económicas y sociales para mitigar los efectos de la crisis asociados a la expansión de la enfermedad. En muchos casos, estas respuestas se implementaron de manera coordinada, evidenciando un consenso regional sobre la urgencia de reforzar la capacidad de respuesta ante futuros eventos disruptivos. Asimismo, la pandemia impulsó el debate sobre la necesidad de diversificar las economías, reduciendo la dependencia de sectores vulnerables y fomentando el desarrollo de industrias de mayor valor agregado. En este sentido, se han promovido iniciativas para fortalecer la inversión en infraestructura, tecnología e innovación, elementos considerados esenciales para lograr una transformación estructural a largo plazo (CEPAL, 2020; BID, 2020).

La Comunidad del Caribe (CARICOM) ha desempeñado un papel central en este proceso de adaptación y recuperación. Fundada en 1973 a partir del Tratado de Chaguaramas y con raíces en iniciativas previas como la Asociación de Libre Comercio del Caribe (CARIFTA), la CARICOM fue concebida con el objetivo de promover la integración económica y la cooperación política entre los países del Caribe Insular.

Con 15 Estados miembros y 5 asociados1, esta organización ha buscado articular un régimen de integración que vaya más allá de la mera liberalización comercial, aspirando a la creación de un mercado y economía únicos (CSME) que facilite la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Este ambicioso proyecto de integración regional se inspira, en parte, en los procesos de unión experimentados en otras regiones, como la europea, y constituye un mecanismo clave para enfrentar los desafíos comunes a través de políticas coordinadas y el uso mancomunado de recursos en áreas estratégicas como la salud, la educación, la ciencia y la tecnología.

A lo largo de los años, la CARICOM ha impulsado la coordinación de políticas y la implementación de medidas que, en la práctica, han permitido mitigar ciertos efectos adversos derivados de crisis internacionales. La respuesta a la pandemia evidenció cómo la integración regional puede facilitar el intercambio de información, la coordinación de acciones y la movilización de recursos de manera conjunta, aspectos fundamentales para hacer frente a una emergencia sanitaria de tal magnitud. Esta experiencia ha puesto de relieve la importancia de reforzar el proceso de integración y de profundizar en el régimen regulatorio común, elementos que pueden servir de palanca para acelerar la recuperación económica en un entorno de alta incertidumbre global.

El presente artículo se propone analizar las consecuencias directas e indirectas de la pandemia de COVID 19, y el papel estratégico de la CARICOM en la implementación de políticas de respuesta y recuperación.

desarrollo

Antecedentes

Desde la crisis financiera de 2008, las economías caribeñas han mostrado una recuperación lenta, caracterizada por bajos niveles de crecimiento económico y una alta dependencia de sectores vulnerables a shocks externos (Romero, 2016).

En términos generales, la estructura productiva del Caribe ha estado definida por una alta especialización en servicios, particularmente el turismo, el cual representa aproximadamente el 65 % del Producto Interno Bruto (PIB) de la región. Este sector es particularmente sensible a las fluctuaciones de la demanda internacional y a factores externos como desastres naturales, crisis financieras y cambios en las condiciones sanitarias globales (CEPAL, 2015). Países como Trinidad y Tobago, Guyana y Surinam, han desarrollado economías más dependientes de la exportación de hidrocarburos y productos básicos, lo que los ha expuesto a la volatilidad de los precios internacionales (BID, 2016).

Desde 2014, la región ha experimentado importantes retos derivados de la caída de los precios de los commodities. Esta reducción de precios afectó negativamente a países exportadores como Trinidad y Tobago, mientras que benefició a las economías importadoras de energía, como Jamaica y Barbados. Sin embargo, el impacto general fue mixto, ya que la disminución en los ingresos por exportaciones de productos básicos limitó las opciones de financiamiento y los márgenes de maniobra de las políticas públicas en varios estados caribeños (UNCTAD, 2015).

El contexto macroeconómico también ha sido influenciado por altos niveles de endeudamiento público. Varias economías caribeñas han mantenido déficits fiscales persistentes, lo que ha generado elevados niveles de deuda pública en países como Jamaica (124,8 % del PIB en 2015) y Barbados (103,9 % del PIB en 2015) (BID, 2016). Esta situación ha restringido la capacidad de los gobiernos para implementar políticas expansivas ante crisis económicas y ha hecho que las economías de la región dependan de asistencia financiera externa y programas de ajuste estructural.

Otro factor determinante ha sido la vulnerabilidad climática, dado que los estados caribeños son frecuentemente afectados por huracanes y otros fenómenos naturales que generan pérdidas económicas significativas. En 2015, Dominica experimentó una contracción del PIB del 3 % debido al impacto de la tormenta tropical Erika (BID, 2016). Esta fragilidad estructural se ha visto exacerbada por la falta de diversificación económica y la limitada capacidad de recuperación ante desastres naturales.

Entre 2016 y 2019, las economías del Caribe mostraron un crecimiento moderado en un contexto de incertidumbre global y desafíos estructurales. La región se vio afectada por un entorno internacional de bajo crecimiento y fluctuaciones en los mercados financieros (CEPAL, 2016). Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la incertidumbre global y la desaceleración en la inversión extranjera directa (IED) generaron un ambiente complicado para lograr mayores niveles de expansión económica (CEPAL, 2016).

En términos de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), datos del Banco Mundial indican que la tasa de crecimiento anual en América Latina y el Caribe fue de aproximadamente 1,3% en 2017 y descendió a 1,2% en 2018 (Banco Mundial, n.d.). En gran medida, el bajo crecimiento de la región en su conjunto fue motivado por el comportamiento decreciente de las pequeñas economías. Este desempeño refleja, en parte, las limitaciones propias de economías pequeñas y altamente dependientes de variables externas. Además, la volatilidad en la IED tuvo un impacto relevante: en 2018, la IED en la región se contrajo en un 6% respecto al año anterior, lo cual afectó la capacidad de financiamiento de proyectos de diversificación y modernización productiva (CEPAL, 2019).

El turismo, sector pilar en la economía caribeña, experimentó altibajos significativos durante este periodo. A pesar de algunos incrementos en la llegada de turistas, eventos adversos –como la incidencia de huracanes de alta magnitud en 2017 que impactaron a islas como Dominica y Puerto Rico– ocasionaron pérdidas económicas puntuales, afectando tanto los ingresos directos del sector como la confianza de inversores y consumidores (CEPAL, 2016). La alta sensibilidad del turismo a desastres naturales y crisis internacionales evidenció la necesidad de estrategias de diversificación económica para disminuir la dependencia de este sector.

Por otro lado, las políticas fiscales en la región también enfrentaron retos importantes. Muchos países caribeños mantuvieron niveles elevados de endeudamiento público, lo que limitó la capacidad para implementar políticas expansivas que pudieran amortiguar los efectos de la desaceleración económica. La CEPAL subraya la urgencia de fortalecer la estabilidad macroeconómica y mejorar la eficiencia en el gasto público para impulsar un crecimiento sostenido (CEPAL, 2016). Este escenario se vio agravado por la reducción de la inversión en infraestructura.

En síntesis, las economías caribeñas ya venían lidiando con una recuperación lenta tras la crisis de 2008. Estas características, incluida la elevada dependencia de la demanda internacional, el alto endeudamiento público y la exposición a desastres naturales crearon una base frágil que la pandemia de COVID-19 exacerbó significativamente. Las medidas restrictivas impuestas para controlar el virus, como el cierre de fronteras y los confinamientos, impactaron de manera drástica a un sector turístico que representa cerca del 65 % del PIB regional, reduciendo ingresos y generando pérdidas de empleo. Además, la disminución de los precios de los commodities y la contracción de la inversión extranjera directa profundizaron las limitaciones fiscales y redujeron la capacidad de los gobiernos para implementar políticas expansivas. En este marco, la incidencia de la COVID-19 en la región actuó como un catalizador que intensificó las debilidades estructurales preexistentes, evidenciando la urgente necesidad de diversificar la estructura productiva y fortalecer la resiliencia económica e institucional de la región.

El comportamiento de las

Economías del Caribe Insular

durante la COVID - 19

La crisis provocada por el impacto de la COVID – 19 en el período 2019 – 2021, tuvo repercusiones globales a gran escala.

Entre los desafíos que generó la pandemia, se destacan una compleja crisis sanitaria que puso en tensión a los sistemas públicos de salud a nivel mundial. Además, durante este periodo, se produjo una reducción de las actividades comerciales, productivas y de servicio en la mayoría de los sectores y ramas de la economía. Esto trajo consigo un incremento en la volatilidad en los mercados financieros, lo cual se tradujo directamente en el aumento de la fuga de capital desde los mercados emergentes y en desarrollo hacia los centros de poder, la implementación de condiciones financieras más restrictivas para el acceso tanto al ahorro interno como al externo, shocks en los precios de los mercados internacionales, una disminución en los flujos de remesa y una abrupta caída en las transacciones internacionales de bienes y servicios (Dookeran, 2018).

Esto tuvo un mayor reflejo en las economías de América Latina y el Caribe. En este sentido, los estados insulares, de manera particular, se vieron afectados por su condición de SIDs, vulnerables a los efectos negativos del cambio climático y su gran dependencia económica. En este sentido, las grandes afectaciones provocadas por crisis internacionales y su impacto cada vez mayor en la región insular se explica a partir de las siguientes características.

En primer lugar, los territorios que conforman la Comunidad del Caribe (CARICOM), constituyen espacios geográficos con limitaciones marcadas en el comportamiento de los mercados internos, los cuales se caracterizan por reducidos y concentrados niveles de exportación y una alta tasa de dependencia importadora. Además, se manifiestan persistentes brechas estructurales, baja productividad y altos grados de informalidad laboral en sus estructuras productivas (Romero, 2023). Debido a la combinación de estos factores, el Caribe se ha identificado como una zona de elevada dependencia y vulnerabilidad externa.

De igual forma, según el Banco Mundial, las islas del Caribe son clasificadas como países de renta media alta. Debido a esto, son países que cuentan con un limitado acceso a financiamiento internacional, sin embargo, esta clasificación no tiene en cuenta las vulnerabilidades estructurales de estas naciones y la continua exposición a desastres provocados por fenómenos meteorológicos. Luego, el incremento del gasto público que experimentan estos países para hacer frente a las contingencias económicas y sociales que se derivan de las crisis, los convierte en Estados altamente deudores. La insostenibilidad de la deuda soberana para estos, impide la implementación de planes de desarrollo de adaptación y mitigación de la acción climática.

Además de los factores estructurales previamente mencionados que influyeron en la severidad del impacto de la crisis y la pandemia en el Caribe Insular, es fundamental considerar la fragilidad de los sistemas de salud en la región. Esto se debe fundamentalmente a la escasez de recursos sanitarios, dicha situación situó a esta subregión en una posición de vulnerabilidad frente a la pandemia, en comparación con otras naciones del continente.

Los factores previamente mencionados están estrechamente interconectados, razón por la cual los líderes del Caribe Insular han reiterado en múltiples foros intergubernamentales la urgencia de que la comunidad internacional reconozca la necesidad de un programa de asistencia diseñado específicamente para estas naciones. Sin dicho respaldo, las repercusiones económicas y sociales de la constante crisis podrían generar efectos a mediano y largo plazo que pondrían en riesgo la estabilidad y la paz en la región (Briceño, 2022).

La unión de estas características que se han detallado es clave para analizar el comportamiento de las economías caribeñas en el periodo de estudio. El impacto de la crisis se vinculó esencialmente en tres aspectos esenciales: el descenso de los indicadores macroeconómicos, la caída del turismo y la disminución de las remesas.

En primer lugar, con respecto al comportamiento de los indicadores macroecoómicos, la caída de la demanda agregada, originada por la reducción de los ingresos de los consumidores y la incertidumbre de los agentes productivos, generó un retroceso sin precedentes en la estabilidad macroeconómica. Según la CEPAL (2023) en su informe Perspectivas Económicas para América Latina y el Caribe 2023, la contracción del PIB en el Caribe alcanzó niveles significativos durante 2020. En contraste, economías con un mayor grado de diversificación –especialmente aquellas basadas en la exportación de commodities– mostraron una contracción menor (alrededor del 2.5 %), aunque la dependencia de manufacturas de bajo valor agregado (48 % de la matriz exportadora) continuó limitando sus posibilidades de financiamiento y la capacidad para enfrentar el servicio de la deuda (Romero, 2022).

La caída de la demanda también se reflejó en niveles de inflación históricamente bajos, con valores entre 0.5 % y 1.0 % durante el periodo de mayor impacto, debido a la paralización de la actividad económica y a la disminución de la presión sobre los precios internos (Peña, 2021). Sin embargo, la inflación subyacente, que excluye los precios volátiles de alimentos y energía, comenzó a mostrar señales de recuperación moderada en 2023, en tanto que las políticas de estabilización y el avance en la distribución de vacunas han contribuido a mejorar el clima de inversión.

El Banco Mundial (2023) ha destacado que, a pesar de una recuperación parcial durante 2023 –con un crecimiento promedio del PIB en la región del Caribe cercano al 2.1 %– el futuro del comercio caribeño sigue estando condicionado por la evolución de los flujos comerciales a nivel global. Además, el BID (2023) en su informe Panorama Económico del Caribe 2023 señala que el aumento en las exportaciones hacia economías emergentes, especialmente China, ha contribuido a mejorar los volúmenes comerciales, aunque la alta concentración en bienes de exportación de bajo valor agregado sigue representando un riesgo para la posición externa de los países insulares.

En segundo lugar, las medidas de salud pública implementadas para contener la propagación del virus, junto con los cambios en la dinámica social, tuvieron un impacto significativo en sectores económicos que dependen en gran medida del contacto interpersonal. Actividades como el comercio mayorista, la hotelería, la restauración y el entretenimiento experimentaron contracciones mucho más drásticas que la industria manufacturera.

Lo expuesto anteriormente también permite comprender por qué las economías del Caribe Insular, caracterizadas por su fuerte orientación hacia el sector servicios experimentaron una contracción económica sin precedentes entre 2020 y gran parte de 2021. Además, su recuperación entre ese período y 2023 estuvo estrechamente vinculada a la reactivación económica y al restablecimiento de los ingresos en sus principales mercados emisores, entre ellos Europa, Estados Unidos, Canadá y, en menor medida, algunos países de América Latina.

Un estudio realizado por Mooney y Zegarra (2020) reveló que las 14 economías del mundo con mayor dependencia turística son islas caribeñas, lo que evidencia la magnitud del riesgo que afronta la región. En este sentido, el Caribe alcanzó en 2019 un récord histórico con 42.6 millones de visitantes, sin embargo, la emergencia sanitaria provocó un desplome del 64 % en los primeros ocho meses de 2020 (CEPAL, 2020). Esta caída abrupta no solo afectó directamente a los ingresos derivados del turismo, sino que también generó efectos colaterales en toda la economía, afectando la liquidez externa y la capacidad de financiamiento de aquellos países cuya matriz económica depende en gran medida de este sector.

El impacto del colapso turístico se manifestó de manera diferenciada según el grado de dependencia del turismo en cada país. Romero (2022) indica que, mientras que países como Surinam y Trinidad y Tobago presentan una baja sensibilidad, economías como Jamaica, República Dominicana y Curazao2 muestran una sensibilidad media. Por otro lado, Belice, Aruba3 , Barbados y Bahamas se ven altamente afectados, dado que el turismo representa una proporción considerable de su PIB y empleo. Esta heterogeneidad resalta la necesidad de políticas específicas que atiendan las características particulares de cada economía. Los informes también subrayan la importancia de fortalecer la capacidad fiscal, ya que los elevados déficits y el alto endeudamiento público –por ejemplo, en Jamaica y Barbados – limitan la capacidad de los gobiernos para implementar políticas expansivas y amortiguar el impacto de shocks externos (BID, 2023).

El desempeño del sector turístico en el Caribe también se vio mermado por la contracción económica de los mercados emisores clave. La disminución de la actividad económica en Estados Unidos (3.5 %), Canadá (5.4 %), Reino Unido (9.9 %) y España (11.0 %) tuvo un efecto cascada en la recepción de turistas, afectando de manera severa a aquellas economías con una alta participación del turismo en el PIB (CEPAL, 2020).

Este fenómeno subraya la interdependencia global y cómo la recuperación de las economías caribeñas depende en gran medida de la estabilidad y recuperación de estos mercados externos.

En tercer lugar, en muchas economías caribeñas las remesas constituyen una fuente crucial de ingresos para hogares y una herramienta vital para el financiamiento del consumo interno, la inversión en pequeños negocios y el sostenimiento de la balanza de pagos. La crisis provocada por la COVID 19 generó una contracción en estos flujos financieros, lo que ha tenido repercusiones profundas en la estabilidad económica y social de la región.

La caída de las remesas redujo significativamente el ingreso disponible de numerosas familias en el Caribe, afectando su poder adquisitivo. Dado que en varios países estas transferencias representan un porcentaje relevante del PIB, su disminución contribuyó a un menor consumo interno y a un aumento de los niveles de pobreza y vulnerabilidad social (Banco Mundial, 2021). Este efecto multiplicador repercutió en sectores básicos, generando dificultades para el acceso a bienes y servicios esenciales y exacerbando la inseguridad alimentaria.

La reducción en el flujo de remesas también impactó la disponibilidad de divisas en las economías caribeñas. La escasez de moneda extranjera afectó la capacidad de financiar importaciones críticas, lo que a su vez pudo contribuir a la depreciación de las monedas locales. Según informes de la CEPAL (2021), la caída de estas transferencias incrementó la presión sobre la balanza de pagos, limitando el margen de maniobra fiscal de los gobiernos y afectando la estabilidad macroeconómica de la región.

Las remesas no solo sostienen el consumo, sino que también financian microempresas y emprendimientos familiares, fomentando la actividad económica local. La contracción de estos flujos durante la pandemia redujo la capacidad de inversión de muchos hogares, afectando el dinamismo del sector privado y limitando el desarrollo de actividades productivas diversificadas (Inter-American Development Bank [BID], 2021). Este efecto se vio agravado por un entorno global de incertidumbre que frenó la inversión extranjera directa y las oportunidades de crecimiento económico en la región.

Ante la caída de las remesas, varios gobiernos caribeños implementaron medidas de ajuste fiscal y buscaron fuentes alternativas de financiamiento para sostener el consumo y evitar un deterioro mayor de la estabilidad macroeconómica. Sin embargo, la recuperación ha sido desigual y lenta, lo que resalta la necesidad de diversificar la matriz productiva y reducir la dependencia de fuentes externas volátiles. La promoción de políticas que fortalezcan la resiliencia económica, incluidas estrategias para reactivar y canalizar las remesas, es fundamental para mitigar futuros shocks y garantizar una recuperación sostenible (International Monetary Fund [IMF], 2021).

Las respuestas del Caribe

a la crisis

Para contrarrestrar los efectos negativos producidos por la pandemia, los países de la CARICOM realizaron una serie de acciones que se detallan en la siguiente cronología:

15 de abril de 2020: Convocatoria de la Cumbre de Emergencia. La CARICOM organizó una cumbre extraordinaria ante la llegada de la pandemia. En esta reunión se aprobó una estrategia común con un enfoque de mediano y largo plazo, lo que permitió al bloque reaccionar de forma rápida y ajustar su agenda de prioridades conforme se confirmaban los primeros contagios en la región.

Post-cumbre de abril de 2020: Seguimiento y establecimiento de protocolos. Tras la cumbre, se realizaron encuentros periódicos en los que los líderes evaluaron los informes del Grupo de Trabajo sobre COVID-19. En estas sesiones se acordó que la reapertura de las economías de los Estados miembros se realizaría bajo estrictas consideraciones de salud pública y mediante la implementación de protocolos y acuerdos de alcance regional.

5 de mayo de 2020: Teleconferencia de Jefes de Gobierno. Los líderes de la Comunidad del Caribe se reunieron virtualmente para armonizar sus respuestas y políticas frente a la pandemia. Durante esta sesión se acordaron medidas conjuntas, entre las que destacan: la aprobación de un Plan de Acción Regional de Seguridad Agroalimentaria COVID-19 para fortalecer la seguridad alimentaria en la región; la coordinación para la adquisición conjunta de dispositivos y suministros médicos aprovechando estructuras existentes (por ejemplo, las de la OPS y el sistema de adquisiciones de la OECS); la creación de un subcomité, encabezado por el Primer Ministro de Santa Lucía, Allen Chastanet, destinado a desarrollar un protocolo común para la reapertura paulatina de aeropuertos, hoteles y otros sectores turísticos, garantizando la seguridad sanitaria; el compromiso de mantener una voz unificada para negociar y resolver problemas financieros y económicos derivados del impacto de la crisis.

Coordinación a través de CARPHA y acciones de solidaridad. Aprovechando la consolidación de la Agencia Caribeña de Salud Pública (CARPHA), se implementaron medidas que incluyeron: la coordinación permanente de las respuestas nacionales frente a la pandemia; la distribución comunitaria de equipamiento de protección personal, reactivos, kits de test y vacunas; la realización de acciones solidarias, como el traspaso de vacunas donadas por la India (por ejemplo, por Barbados y Dominica) y la compra conjunta de vacunas a través de la African Medical Supplies Platform (AMSP). Estas medidas permitieron aprovechar economías de escala y mejorar el acceso a recursos escasos en la región.

14 de marzo de 2022: Aprobación del Protocolo sobre Cooperación Reforzada: En la Cumbre Intersesional celebrada en Barbados, los jefes de Estado y de Gobierno de la CARICOM aprobaron un Protocolo sobre Cooperación Reforzada. Este acuerdo permitió a los Estados miembros implementar de manera independiente iniciativas de la Comunidad, sin esperar la participación unánime de todos, lo que representó un cambio institucional clave para acelerar la respuesta regional y avanzar en la integración post-pandémica.

Acciones de recuperación y fortalecimiento a mediano plazo (2022–2023): Paralelamente a la respuesta sanitaria, la CARICOM impulsó programas para la transformación y recuperación económica. Entre ellos se destaca el Programa para la Transformación y Recuperación Económica, el avance en la simplificación de procedimientos para el libre movimiento de la fuerza de trabajo y otros proyectos de integración que, si bien responden a un proceso de recuperación post-pandemia, son esenciales para aumentar la resiliencia regional.

Sin lugar a duda, estos esfuerzos concertados de cooperación y solidaridad entre los países del Caribe Insular fueron determinantes en los resultados comparativamente favorables en cuanto al comportamiento de la pandemia en la subregión respecto a otras áreas de Latinoamérica y del mundo. En efecto, el total de población contagiada en el Caribe Insular por COVID-19 fue de 3.780.056 personas, y de ellas fallecieron 34.059, por lo que se registra una tasa de letalidad de 0,90 %. Este coeficiente de letalidad es 27 % inferior al promedio a nivel mundial; y casi 32 % inferior al de la región latinoamericana y caribeña (Romero, 2022).

Comportamiento de las

Economías Caribeñas en el

Periodo Post-Pandemia

El periodo post-pandemia ha marcado una etapa de recuperación y transformación para las economías caribeñas. Tras los efectos drásticos de la COVID-19, la región ha experimentado señales de recuperación en sus indicadores macroeconómicos. Ests investigación recoge datos numéricos que ilustran el comportamiento del crecimiento del PIB, la estabilidad de precios, los flujos de inversión y el desempeño de sectores clave como el turismo y las remesas. La información provista por organismos internacionales como la CEPAL, el Banco Mundial y el BID permite analizar los avances y los retos persistentes en el Caribe insular.

Según informes del Banco Mundial (2023), en 2023 la tasa de crecimiento promedio del PIB en los países caribeños se situó en torno al 2.1 %. Las proyecciones para 2024 indicaron un repunte moderado, estimándose un crecimiento cercano al 2.5% en función de la estabilización de la demanda interna y la recuperación de los mercados emisores. La estabilización macroeconómica también se ha reflejado en una moderada reducción de la inflación. La CEPAL (2023) reportó que la inflación promedio en la región se estabilizó en torno al 3.8 % en 2023, con proyecciones que apuntan a una ligera disminución, alcanzando un 3.5 % en 2024, lo cual favorece la planificación fiscal y la inversión.

El turismo, motor fundamental de las economías caribeñas, ha mostrado una recuperación robusta en el periodo post-pandemia. Datos del BID (2023) indican que en 2023 el sector turístico experimentó un incremento del 15% respecto a los niveles observados en la etapa más aguda de la crisis, mientras que las proyecciones para 2024 estimaron un crecimiento del 18% en comparación con 2023. Paralelamente, las remesas han mostrado signos de recuperación. El Banco Mundial (2023) informó que en 2023 las remesas crecieron en promedio un 8% respecto al año anterior.

La inversión extranjera directa (IED) ha experimentado una recuperación paulatina en el entorno post-pandemia. La CEPAL (2023) señala que, en 2023, la IED en el Caribe aumentó aproximadamente un 5% en comparación con 2022. Para 2024, se proyectó un crecimiento del 6%, impulsado en parte por la recuperación de la confianza internacional y por la reactivación de proyectos de diversificación productiva. En términos de comercio exterior, las exportaciones han mostrado una mejora sostenida; las cifras del BID (2023) indican que las exportaciones crecieron alrededor del 4% en 2023 y un repunte esperado del 4.5% en 2024, lo que refuerza la posición de la región en el contexto global.

A pesar de las señales de recuperación, los altos niveles de endeudamiento público y los déficits fiscales persistentes siguen siendo un reto. Informes de la CEPAL (2023) destacan que, en 2023, varios países caribeños implementaron políticas de ajuste fiscal que permitieron una reducción moderada del endeudamiento, en promedio del 2%, pero la vulnerabilidad de la región persiste debido a la concentración en sectores de bajo valor agregado. La diversificación económica se plantea como una necesidad urgente para disminuir la dependencia de fuentes externas volátiles, como el turismo y las remesas, y mejorar la resiliencia frente a futuros shocks. No obstante, a pesar de los esfuerzos, el Caribe no ha podido hacerle frente a esta situación.

La falta de apoyo internacional, el carácter hegemónico de las actuales instituciones financieras que impiden a los países caribeños acceder condiciones de financiamientos justas, un continuo aumento de la deuda y una situación ambiental cada vez más agresiva para estos países, son elementos que continua siendo una traba para el desarrollo del Caribe.

conclusiones

La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo y multidimensional en las economías del Caribe, exacerbando las vulnerabilidades estructurales históricas de la región y revelando nuevos desafíos en su proceso de recuperación. Estas economías, caracterizadas por su alta dependencia del comercio internacional, el turismo y las remesas, enfrentaron una contracción significativa del PIB, especialmente en aquellos países con mayores niveles de dependencia del sector turístico. El colapso de la actividad turística evidenció la necesidad de diversificar las bases económicas de la región para reducir su exposición a crisis externas.

La acción coordinada de la Comunidad del Caribe (CARICOM) durante la pandemia demuestra el potencial de los mecanismos de integración regional para mitigar los impactos de crisis globales. La implementación de medidas conjuntas, como la creación de un fondo común para la adquisición de insumos médicos y vacunas, y la adopción de estrategias comunitarias de salud pública, permitió una respuesta más efectiva frente a la crisis sanitaria. Asimismo, la aprobación de planes de recuperación económica y programas de seguridad alimentaria en el marco de la CARICOM subrayó la relevancia de la cooperación regional como una herramienta clave para promover la resiliencia.

A pesar de los avances logrados, persisten desafíos significativos en la etapa postpandémica. La alta deuda pública de los países del Caribe, unida a la reducción de los ingresos fiscales, limita la capacidad de estos estados para financiar políticas de recuperación económica y responder a emergencias futuras. Además, la vulnerabilidad frente al cambio climático sigue siendo una amenaza existencial para la región, agravada por la limitada capacidad de adaptación de los Pequeños Estados Insulares.

En este contexto, el fortalecimiento de la integración regional se presenta como un pilar fundamental para mitigar y gestionar estas limitaciones. Es imperativo avanzar hacia un modelo económico más diversificado y sostenible que priorice el desarrollo tecnológico y el fortalecimiento de capacidades locales. Asimismo, es crucial redoblar los esfuerzos para acceder a financiamiento internacional en condiciones más favorables, incluyendo mecanismos innovadores como el canje de deuda por acción climática.

La experiencia del Caribe durante la pandemia de COVID-19 subraya la importancia de la solidaridad regional, la diversificación económica y la implementación de estrategias sostenibles de desarrollo como pilares fundamentales para enfrentar crisis globales y garantizar un futuro más resiliente para la región. La colaboración efectiva en el marco de la CARICOM y el apoyo de la comunidad internacional serán determinantes para superar las barreras estructurales y construir un Caribe más próspero y equitativo.

referencias

Notas

  1. Estados Miembros:
    • Antigua y Barbuda
    • Bahamas
    • Barbados
    • Belice
    • Dominica
    • Granada
    • Guyana
    • Haití
    • Jamaica
    • Montserrat (territorio británico de ultramar)
    • San Cristóbal y Nieves
    • Santa Lucía
    • San Vicente y las Granadinas
    • Surinam
    • Trinidad y Tobago

Estados Asociados:

  1. No es miembro de CARICOM
  2. No es miembro de CARICOM