Recibido: 25 de Octubre de 2024

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El autor declara que no existen conflictos de intereses relacionado con el artículo.

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Aprobado: 25 de Noviembre de 2024

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Cómo citar (APA, séptima edición):

Zayas La O, I. (2025). La política exterior estadounidense hacia Japón durante las administraciones Trump y Biden: un análisis comparativo. Revista Científica Universitaria Ad Hoc, 6(1), 83-93.

resumen

A pesar de las diferencias en estilos y retórica, la política exterior estadounidense hacia Japón durante las administraciones Trump y Biden ha estado guiada por la lógica del capitalismo global y la necesidad de preservar la hegemonía estadounidense frente al ascenso de China. Mientras que Trump implementó un enfoque transaccional y disruptivo, caracterizado por medidas comerciales y presiones a aliados, Biden buscó recomponer alianzas con Tokio y fortalecer la cooperación regional, a través de iniciativas como el Marco Económico Indo-Pacífico y el Quad. No obstante, la intensificación de la rivalidad entre Washington y Pekín genera incertidumbre y aumenta el riesgo de un conflicto en la región. El presente trabajo analiza las continuidades y rupturas en la política exterior estadounidense hacia Japón durante las administraciones Trump y Biden, examinando el impacto del ascenso de China en la relación bilateral y su influencia en el equilibrio de poder en la región Asia-Pacífico. En este escenario, la victoria electoral de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 podría generar un nuevo escenario en la estrategia de la relación bilateral y el equilibrio de poder en el Indo-Pacífico.

Palabras clave: Estados Unidos, China, Japón, alianzas.

ABSTRACT

Despite differences in style and rhetoric, US foreign policy towards Japan under the Trump and Biden administrations has been guided by the logic of global capitalism and the need to preserve American hegemony in the face of China’s rise. While Trump implemented a transactional and disruptive approach, characterized by trade measures and pressure on allies, Biden has sought to rebuild alliances with Tokyo and strengthen regional cooperation through initiatives such as the Indo-Pacific Economic Framework and the Quad. Nonetheless, the intensification of rivalry between Washington and Beijing creates uncertainty and increases the risk of conflict in the region. This paper analyzes the continuities and breaks in US foreign policy towards Japan under the Trump and Biden administrations, examining the impact of China’s rise on the bilateral relationship and its influence on the balance of power in the Asia-Pacific region. In this scenario, the Donald´s Trump triumph in the presidential elections could generate a new landscape in the strategy of the bilateral relationship and the balance of power in the Indo-Pacific.

Keywords: United States, China, Japan, alliance.

introducción

En un mundo cada vez más tendiente a la multipolaridad, la región Asia-Pacífico se ha convertido en el epicentro de la competencia geopolítica global, con los Estados Unidos de América y la República Popular China como protagonistas de una rivalidad estratégica. Además, el sostenido ascenso de China, el aumento de su papel político global, y del incremento de sus capacidades militares, han generado tensiones regionales, por ejemplo, en el Mar de China Meridional, donde varios países de la región también reclaman soberanía sobre partes de este estratégico cuerpo de agua, debido a su importancia para el comercio, los recursos naturales y la influencia militar en la región (Regalado Florido & Molina Díaz, 2021). Por otro lado, la cooperación militar entre Washington y Tokio, junto con Seúl, es vista como un elemento disuasivo clave para contener a China y a la “amenaza nuclear” norcoreana. En este contexto, la relación bilateral entre Estados Unidos y Japón, un pilar del orden regional que responde a los intereses de Occidente, adquiere una importancia estratégica cada vez más creciente, la cual tiene profundas implicaciones para la seguridad regional y el equilibrio de poder a nivel mundial.

La relación entre Estados Unidos y Japón se ha caracterizado por una profunda asimetría de poder en la que el segundo, bajo la égida del Tratado de Seguridad de 19511 , ha asumido una política pasiva en temas de seguridad dentro de la órbita de la hegemonía estadounidense (Abad Ariyama, 2021).

Las principales tendencias en la política estadounidense hacia Japón durante el siglo XXI hasta 2016, se caracterizaron por un reforzamiento definitivo de la relación bilateral, determinada por una profunda cooperación económica y la consolidación de la alianza militar. En ese sentido, la administración Bush, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, buscó fortalecer la alianza militar con Japón, considerando la región Asia-Pacífico como un área estratégica para la “Guerra contra el Terror”. La presencia militar estadounidense en Japón se reforzó, y se implementó un plan conjunto para responder a las amenazas que para estos suponían Corea del Norte y China (Blanco Canales, 2023).

Por su parte, la administración Obama, impulsada por el pívot o rebalance2 hacia Asia, según Monzón Barata (2017), se enfocó en la contención del ascenso de China y, en segundo lugar, Corea del Norte, al utilizar a Japón como un aliado estratégico clave. El fortalecimiento de la alianza militar y la promoción de la cooperación económica han sido algunos de los elementos centrales de esta estrategia.

Por tanto, la relación entre Washington y Tokio ha estado marcada por un complejo juego de intereses, donde la búsqueda de la hegemonía global ha sido uno de los elementos centrales. Las dinámicas internas de Estados Unidos y Japón, marcadas por las tensiones inherentes al sistema capitalista, como la desigualdad económica, la competencia por recursos y la influencia de los intereses corporativos, han generado diferentes enfoques en la relación con China. Estas tensiones han influido en la forma en que ambos países han afrontado la emergencia de China y han redefinido sus relaciones bilaterales, incluyendo la relación entre ellos mismos (Blanco Canales, 2023).

En los últimos años, esta relación ha experimentado cambios significativos debido a factores como el sostenido ascenso de China y las políticas unilaterales adoptadas por la administración de Donald Trump en Estados Unidos. Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, se generaron expectativas sobre cómo evolucionaría la postura de Estados Unidos hacia Japón y qué impacto tendría en la región.

Por tanto, la presente investigación, se propone analizar las continuidades y rupturas en la política exterior estadounidense hacia Japón durante las administraciones de Donald Trump (2017-2021) y Joe Biden (2021-2024).

desarrollo

La Era Trump:

Transaccionalismo,

incertidumbre y tensiones

comerciales

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2017 marcó un punto de inflexión en la política exterior estadounidense, con repercusiones en las relaciones con Japón. Su visión transaccional, resumida en el lema “America First”3 , no solo cuestionó la arquitectura de seguridad global construida tras la Segunda Guerra Mundial, sino que también sometió a una prueba de estrés a la histórica alianza con Japón. Lejos de la retórica habitual de cooperación y valores compartidos, la administración Trump estuvo marcada por la imprevisibilidad, las tensiones comerciales y un pragmatismo que buscaba beneficios inmediatos para Estados Unidos, incluso a costa de sus aliados tradicionales (Marrades, 2020).

Desde la óptica de Trump, la relación económica con Japón estaba plagada de asimetrías que perjudicaban a los trabajadores estadounidenses. En repetidas ocasiones, acusó a Tokio de manipular su moneda para obtener ventajas comerciales, inundar el mercado estadounidense con productos baratos y mantener barreras no arancelarias que limitaban el acceso de las exportaciones estadounidenses.

El punto álgido de esta confrontación comercial llegó en 2018, cuando Trump impuso aranceles del 25% a las importaciones de acero y del 10% al aluminio japonés, justificando su decisión en la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962, que permite al presidente imponer aranceles por motivos de seguridad nacional (Mañez Castillejo & Requena Silvente, 2020).

Esta medida generó tensiones en las relaciones comerciales bilaterales. Japón, el segundo mayor proveedor de acero a Estados Unidos después de Canadá, vio amenazado un sector estratégico para su economía. El entonces primer ministro japonés, Shinzo Abe, calificó las medidas de “extremadamente lamentables” y advirtió que “podrían tener un grave impacto en las relaciones económicas” de los dos países (France24, 2018).

El sector automotriz, otra pieza clave de la economía japonesa, también estuvo en el punto de mira de Trump. En 2019, el magnate republicano amenazó con imponer aranceles del 25% a las importaciones de automóviles y autopartes japonesas, argumentando que representaban una amenaza para la seguridad nacional estadounidense. Esta amenaza, que finalmente no se materializó, generó una gran incertidumbre en la industria automotriz japonesa.

Otra de las tensiones más significativas a la relación económica bilateral, fue la retirada de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica4 (TPP, por sus siglas en inglés) en enero de 2017. Calificado por Trump como un “desastre” para los trabajadores estadounidenses, fue un duro golpe para Japón, que había apostado fuertemente por este acuerdo como un instrumento para consolidar su relación con Estados Unidos y fortalecer su posición en la región (Sánchez Rodríguez, 2017).

En el ámbito político y de seguridad, la administración Trump se caracterizó por la incertidumbre y el cuestionamiento de los compromisos tradicionales de Estados Unidos en la región. La retórica aislacionista de Trump, su insistencia en que los aliados de Estados Unidos asumieran un mayor costo financiero por su propia defensa y sus controvertidas declaraciones sobre Corea del Norte, generaron inquietud en Tokio. Sin embargo, utilizó la “diplomacia del golf”5 y sus relaciones con el exministro japonés, Shinzo Abe, para intentar mejorar las relaciones entre ambos gobiernos (Griffiths, 2019).

La relación diplomática de la administración Trump se mantuvo sólida a pesar de las tensiones comerciales, en lo cual destaca la importancia estratégica de la alianza bilateral. Se llevaron a cabo reuniones de alto nivel entre funcionarios de ambos países para abordar cuestiones regionales y globales, como la seguridad en Asia-Pacífico. Además, se realizaron visitas oficiales a Japón, reafirmando el compromiso de Estados Unidos con el vínculo estratégico bilateral.

Por otro lado, la reactivación del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad6 (Estados Unidos, Japón, Australia e India), en 2017, durante la administración Trump, tras un periodo de relativa inactividad, reflejó la creciente preocupación de Estados Unidos por el auge de China en Asia-Pacífico. La participación de India en este formato, buscando un equilibrio frente a la influencia china en la región, añadió un elemento estratégico a la iniciativa. Se pueden mencionar como ejemplos concretos la participación en ejercicios navales conjuntos, la cooperación en el desarrollo de tecnologías de seguridad cibernética y la coordinación de esfuerzos para contrarrestar la influencia china en el ámbito de las infraestructuras de comunicación y transporte (García Durán, 2021).

Trump, además, criticó en repetidas ocasiones el Tratado de Seguridad de 1951, que obliga a Estados Unidos a defender a Japón en caso de ataque, considerándolo un acuerdo “injusto” para Estados Unidos. En este sentido, llegó a sugerir que Japón debería considerar la posibilidad de armarse nuclearmente para defenderse por sí mismo, una declaración que causó alarma en la región (Soble & Sang-Hun, 2017). De igual forma, se discutió la necesidad de aumentar la contribución financiera de Japón a los costos de mantenimiento de las bases militares estadounidenses en su territorio (Prensa Latina, 2020).

De manera que, si bien la administración Trump mantuvo la cooperación militar con Japón, incluyendo la realización de ejercicios militares conjuntos y la venta de equipo militar, la incertidumbre sobre el compromiso a largo plazo de Estados Unidos con la seguridad de Japón se mantuvo latente.

En definitiva, la administración Trump representó un período de reajuste estratégico en la relación entre Estados Unidos y Japón. Su enfoque transaccional y su retórica disruptiva generaron incertidumbre y tensiones en la alianza bilateral, lo que contribuyó a sentar las bases para un replanteamiento del equilibrio de poder en la región Asia-Pacífico.

La Administración Biden:

restaurando lazos, reforzando el Indo-Pacífico: ¿continuidad o cambio de estrategia?

La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca en enero de 2021 trajo consigo un cambio de tono y enfoque estratégico en la política exterior estadounidense. Tras la política disruptiva de la era Trump, la administración Biden se propuso restaurar el liderazgo estadounidense a través del multilateralismo, la diplomacia y la reconstrucción de las alianzas tradicionales (U.S. Department of State, 2022).

En este nuevo escenario, la relación con Japón adquirió una importancia estratégica renovada. La administración Biden dejó claro que China es uno de los principales desafíos geopolíticos para Estados Unidos en el siglo XXI. En este contexto, Japón se convirtió en un aliado indispensable para implementar una estrategia de disuasión y contención frente al ascenso de Beijing en la región indo-pacífica (Ríos, 2023).

De esa manera, Joe Biden, al reconocer el daño causado por las medidas comerciales de su predecesor, se movió rápidamente para recomponer las relaciones económicas con Japón. En una de sus primeras acciones como presidente, revocó los aranceles al acero y aluminio japonés impuestos por Trump, argumentando que perjudicaban a la industria estadounidense y debilitaban la alianza bilateral. Esta decisión fue recibida con alivio en Tokio, allanando el camino para una mayor cooperación económica.

En un contexto marcado por la rivalidad con China, Biden buscó fortalecer los lazos económicos con Japón en áreas clave como la tecnología, la energía limpia y las cadenas de suministro. Un ejemplo concreto de esta cooperación reforzada es el Comité Consultivo sobre Política económica, también llamado “Economic 2+2”, establecido en 2022. Estas consultas periódicas a nivel ministerial permiten a ambos países coordinar mejor los objetivos generales de la política económica exterior y abordar posibles diferencias en cuanto a las respectivas prioridades o capacidades (Solís, 2023).

En la primera reunión bilateral entre Biden y el entonces primer ministro japonés Yoshihide Suga, celebrada en abril de 2021, ambos líderes se comprometieron a seguir trabajando en la revitalización de las alianzas de Estados Unidos que se desgastaron bajo el predecesor republicano Donald Trump, así como fortalecer la cooperación en materia de seguridad, incluyendo la defensa de las islas Senkaku/Diaoyu, administradas por Japón, pero cuya soberanía es reclamada por China (Hunnicutt et al, 2021).

La administración Biden impulsó la cooperación militar trilateral con Japón y Corea del Sur, dos aliados clave en la región. En este sentido, se realizaron ejercicios militares conjuntos y se incrementó el intercambio de información de inteligencia (Soble & Sang-Hun, 2017).

El Marco Económico Indo-Pacífico para la Prosperidad (IPEF, por sus siglas en inglés), lanzada en mayo de 2022, ha sido otra iniciativa regional que busca contrarrestar la influencia económica china a través de la promoción del comercio, las inversiones de alta calidad y el desarrollo sostenible7 (Benson & Reynolds, 2022).

Si bien el IPEF ha sido recibido con cautela por algunos países de la región, que ven en él una herramienta para contener a China más que un mecanismo de cooperación genuino, la administración Biden lo presenta como una alternativa al TPP8 y una muestra de su compromiso con el Indo-Pacífico (Valdivia Caballero & Villalobos Cruz, 2023).

El IPEF es presentado como un mecanismo para manejar crisis en las cadenas de suministro y reglas de economía digital para la región. Sin embargo, este marco no ofrecerá a los países participantes facilidades de acceso al mercado norteamericano, así que tendrá grandes dificultades para cumplir con las expectativas regionales en dos frentes importantes: acceso al mercado norteamericano para impulsar el crecimiento regional, y compromisos a largo plazo que puedan superar los vaivenes de la política interior norteamericana (Benson & Reynolds, 2022).

El 10 de abril del 2024, Joe Biden anunció la reestructuración del comando militar estadounidense ubicado en Japón para estrechar la coordinación con las fuerzas niponas, un cambio que supone ser el mayor en su alianza de defensa mutua (France24, 2024).

En definitiva, la administración Biden marcó un cambio de tono y estilo9 en la relación con Japón, buscando restaurar la confianza y fortalecer la alianza bilateral frente al desafío estratégico que representa China. Sin embargo, persisten las incertidumbres sobre la viabilidad a largo plazo de esta estrategia y su impacto en la región Asia-Pacífico y en el sistema internacional en su conjunto.

Continuidades y Rupturas: Más Allá de la Superficie, la Lógica del Poder Permanece

A pesar de las marcadas diferencias en estilo y retórica entre las administraciones Trump y Biden, el análisis de sus políticas hacia Japón revela las continuidades en la lógica estratégica subyacente. Estas similitudes, a menudo eclipsadas por la mediatización y la polarización política, ponen de manifiesto la persistencia de los intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico, independientemente del partido o la figura que ocupe la Casa Blanca.

En el centro de las continuidades se encuentra la creciente rivalidad con China. Tanto republicanos como demócratas reconocen el ascenso de China como el principal desafío geopolítico del siglo XXI, y consideran a Japón como un aliado indispensable para enfrentarlo.

Durante la administración Trump, esta rivalidad se expresó a través de una agresiva política comercial, un aumento del gasto militar en la región y una retórica belicosa que cuestionaba abiertamente el “statu quo” regional. La administración Biden, por su parte, optó por un enfoque más diplomático, buscando construir un frente unido con aliados y socios para contrarrestar la influencia china a través de mecanismos multilaterales como el IPEF y Diálogo de Seguridad Cuadrilateral. Sin embargo, Biden también mantuvo una política comercial no menos hostil contra China, sobre todo en materia de vehículos eléctricos. Sin embargo, más allá de las diferencias tácticas, el objetivo estratégico de fondo permanece: mantener la primacía estadounidense en el Indo-Pacífico y limitar la creciente influencia de China en la región.

La alianza militar entre Estados Unidos y Japón, plasmada en el Tratado de Seguridad de 1951, se ha mantenido como un pilar de la política exterior estadounidense durante décadas, y ni Trump ni Biden cuestionaron su validez fundamental. No obstante, si bien ambos presidentes han reafirmado el compromiso de Estados Unidos con la defensa de Japón, existen matices importantes en su visión sobre cómo debería funcionar la alianza en la práctica. (Soble & Sang-Hun, 2017).

La administración Biden, por su parte, adoptó un enfoque más conciliador, reconociendo la importancia de la contribución japonesa a la Alianza, pero también insistiendo en la necesidad de una mayor cooperación y coordinación en materia de seguridad.

En el ámbito económico, las continuidades y rupturas son más evidentes. Sin embargo, esta aparente ruptura en el ámbito económico no debe interpretarse como un cambio de fondo en la lógica de su enfoque estratégico hacia Japón. La administración Biden, al igual que su predecesora, buscó asegurar la ventaja competitiva de Estados Unidos en sectores estratégicos como la tecnología y las cadenas de suministro, incluso si esto implica limitar el acceso de China a tecnologías sensibles o presionar a aliados como Japón para que adopten políticas comerciales más favorables a los intereses estadounidenses.

La competitividad industrial japonesa, especialmente en sectores como la electrónica y la automoción, genera tensiones comerciales. El capitalismo estadounidense necesita mercados externos para sostener su crecimiento y Japón representa una oportunidad crucial. Por ello, Washington busca asegurar el control del mercado japonés y la protección de sus inversiones. Además, la presencia militar estadounidense en territorio japonés es esencial para controlar las rutas marítimas comerciales y contrarrestar la influencia de China (Rodríguez Rincón et al, 2020).

De manera general, la política exterior hacia Japón ha sido históricamente respaldada por ambas fuerzas políticas en Estados Unidos. La coincidencia de intereses en términos de seguridad y comercio ha contribuido a una continuidad en la política bilateral, independientemente de quién ocupe el asiento presidencial.

El devenir de la relación entre Estados Unidos y Japón trasciende la esfera bilateral, de manera que influye significativamente en la reconfiguración del tablero geopolítico del Asia-Pacífico. La creciente influencia china, la supuesta amenaza norcoreana, las tensiones en el Mar de China Meridional y la intrincada red de alianzas y rivalidades regionales, convierten a esta relación en un factor determinante para la región.

Para China, el fortalecimiento de la alianza entre Estados Unidos y Japón bajo la administración Biden representa una amenaza directa a sus intereses geopolíticos y económicos. Pekín ve con recelo la creciente presencia militar estadounidense en la región, la retórica de “contención” proveniente de Washington y la consolidación de mecanismos multilaterales como el Quad, considerándolos como intentos por frenar su ascenso y limitar su influencia regional (Ríos, 2023). Sin embargo, la intensificación de la competencia entre Estados Unidos y China también plantea el riesgo de una escalada accidental o de un error de cálculo que pueda desencadenar un conflicto abierto.

conclusiones

El análisis comparativo de la política exterior estadounidense hacia Japón durante las administraciones Trump y Biden revela un patrón complejo de continuidades y rupturas, con la rivalidad con China como eje central.

En términos de continuidad, ambos gobiernos se guiaron por la lógica del capitalismo global y la necesidad de preservar la hegemonía estadounidense frente al ascenso de China.

En términos de ruptura, la administración Trump implementó un enfoque transaccional y disruptivo, caracterizado por medidas comerciales agresivas, tensiones comerciales y una retórica beligerante. La administración Biden, en contraste, buscó restaurar el liderazgo estadounidense a través del multilateralismo, la diplomacia y la reconstrucción de alianzas tradicionales.

A pesar de las diferencias en tono y retórica, ambos gobiernos han compartido la percepción de China como el principal desafío geopolítico del siglo XXI y han reconocido a Japón como un aliado crucial para contrarrestar la influencia china en la región.

La intensificación de la rivalidad entre Estados Unidos y China genera incertidumbre y aumenta el riesgo de un conflicto en la región, especialmente considerando el anuncio de la reestructuración del comando militar estadounidense ubicado en Japón.

En definitiva, la política exterior estadounidense hacia Japón durante las administraciones Trump y Biden estuvo marcada por un complejo juego de intereses, con la rivalidad con China como motor principal. La relación bilateral se ha transformado, pero los intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico persisten, independientemente del partido o la figura que ocupe la Casa Blanca.

referencias

notas

  1. El Tratado de Seguridad de 1951, que une a Estados Unidos y Japón, compromete a Estados Unidos a defender militarmente a Japón en caso de ataque. Este tratado, crucial para la seguridad de Japón, genera controversia por la dependencia de Japón hacia Estados Unidos y la presencia de bases militares estadounidenses en su territorio.
  2. El “pivot” es una estrategia estadounidense para fortalecer su influencia en Asia-Pacífico, buscando mantener su dominio en la región. Implica alianzas con otros países, con políticas tanto duras como blandas, y busca evitar la pérdida de peso estadounidense en la política y economía global.
  3. La política “America First” de Trump, inspirada en el proteccionismo y nacionalismo económico, busca restaurar el dominio estadounidense en el mundo. Priorizando los intereses nacionales sobre las alianzas internacionales, se concibe como una respuesta al declive del sistema capitalista, la crisis de la hegemonía estadounidense y el ascenso de China. (Juarez Castro & Pardo Contreras, 2020).
  4. Este acuerdo comercial, impulsado por la administración Obama y que involucraba a 12 países de la cuenca del Pacífico, incluyendo a Japón, tenía como objetivo fortalecer los lazos económicos entre sus miembros y contrarrestar la creciente influencia de China en la región (Fermanelli et al, 2016).
  5. La diplomacia del golf, utilizada entre Estados Unidos y Japón, fomenta la confianza y el entendimiento mutuo entre líderes y funcionarios. Este deporte, que exige colaboración y estrategia, sirve como terreno común para conversaciones informales, complementando la diplomacia formal (Higa, 2017).
  6. El Quad, un foro diplomático que reúne a Estados Unidos, Japón, Australia e India, busca fortalecer la cooperación en seguridad y promover la estabilidad en la región Indo-Pacífica. Reactivando el diálogo iniciado en 2007, Estados Unidos busca contrarrestar la influencia de China en la región, profundizando sus relaciones con Japón.
  7. El IPEF, es un marco de asociación que reúne a Estados Unidos y a otros 13 Estados del Indo-Pacífico, entre ellos Japón, Corea del Sur, Australia e India, se estructura en torno a cuatro pilares: comercio digital, resiliencia de las cadenas de suministro, infraestructuras y energía limpia, e impuestos y lucha contra la corrupción.
  8. El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) fue un tratado de libre comercio entre varios países, incluyendo Estados Unidos y Japón, firmado en 2016, el cual buscaba establecer reglas comerciales y de inversión en la región del Pacífico. Sin embargo, en enero de 2017, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la retirada de su país del acuerdo.
  9. Entiéndase por estilos, en el presente trabajo, los diferentes patrones recurrentes de comportamiento y toma de decisiones de las administraciones Trump y Biden dentro de la política exterior estadounidense, que pueden distinguirse por sus enfoques particulares a la diplomacia, la cooperación, la seguridad y la estrategia para la relación con China.