Al momento de realizarse las elecciones presidenciales, el sistema político argentino se caracterizaba por la polarización en torno a dos coaliciones con alcance y estructura organizativa nacionales y una base programática antagónica. Por un lado, el bloque peronista en su versión de centroizquierda, Unión por la Patria (UxP), liderado por los expresidentes, Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández. Por el otro, la coalición de centroderecha, Juntos por el Cambio (JxC), dominada por el partido Propuesta Republicana (PRO) y su presidente, Mauricio Macri. Además, en el borde del extremo derecho del espectro político, La Libertad Avanza (LLA), al mando de Javier Milei, venía incrementando, frenéticamente, su apoyo electoral; a pesar de ser una coalición débil en términos organizativos, formada por pequeños partidos y grupos de activistas conservadores.

El domingo 19 de noviembre de 2023, se realizó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, donde compitieron Sergio Massa, de UxP, y Javier Milei, de LLA. Con un total de 55,69% de los votos, el candidato ultraderechista fue electo presidente de la Argentina. Sergio Massa, en tanto, consiguió el 44,3%, una diferencia de casi tres millones de votos, que constituyó un golpe, sin precedentes, para el peronismo (Castro, 2023). La victoria de Milei representó la primera vez, desde la sanción de la Ley Sáenz Peña1, que un candidato de una coalición no tradicional y sin gran estructura política gana una elección.

El inesperado triunfo presidencial de una alternativa de ultraderecha, que cuenta con apenas tres años de creada, encuentra, esencialmente, su explicación en la profunda crisis económica que presenta la nación argentina. Tanto el gobierno de Mauricio Macri (2015 – 2019), como el de Alberto Fernández con Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidenta (2019 – 2023) fueron incapaces de implementar una política económica eficaz. Esto provocó un profundo aumento de la pobreza, una inflación galopante y un alto endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI); factores que, a su vez, han condicionado el deterioro de las instituciones públicas y un generalizado desencanto del electorado con las dos principales coaliciones argentinas.

A partir de una descripción del sistema político argentino anterior a las elecciones presidenciales de 2023, el presente artículo se propone analizar la crisis económica argentina y examinar la manera en que esta situación ha conducido al fortalecimiento y triunfo de la extrema derecha.

El sistema político argentino hasta 2023.

En el transcurso de este siglo, hay dos momentos significativos que han transformado el sistema político argentino. El primero, la crisis institucional que vivió el país durante los años 2001 – 20022, que trajo consigo el surgimiento de las coaliciones políticas como una clara respuesta a la fragmentación del régimen de partidos. Un segundo momento lo constituye la reciente emergencia de una extrema derecha liberal/libertaria3 que ha alterado el paisaje político habitual de los últimos años y que algunos imaginan como un momento pasajero.

Tras la crisis de 2001-2002, el sistema político argentino se reorganizó significativamente. Con el desplome de la Unión Cívica Radical (UCR)4 y la disolución de las fuerzas políticas que habían intentado abrirse paso, en la década de 1990, desde la centroizquierda (el Frepaso5), y la centroderecha (Acción por la República6), se generó una oportunidad para el surgimiento de nuevos partidos y la reorganización de otros. En este periodo se crearon las bases de las principales coaliciones que dominarían el panorama político argentino durante las siguientes dos décadas. Estas fueron el Frente para la Victoria (FPV), hoy devenido UxP, y el Frente Compromiso para un Cambio, antesala de Propuesta Republicana (PRO), partido líder de JxC.

Desde 2003 hasta 2015, el FPV ejerció el Poder Ejecutivo, mediante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. En este periodo, el peronismo recuperó una gran parte de su programa tradicional, basado en el desarrollo del mercado interno a través del proteccionismo industrial y del crecimiento de los salarios. De igual forma, la puesta en marcha de varios planes sociales llevó a que las organizaciones populares urbanas, los movimientos asociados con demandas de género y aquellos de derechos humanos se incorporaran a la coalición. Esta política fue posible, en gran medida, por los grandes ingresos que percibía el Estado debido a los altos precios internacionales de las materias primas en este periodo.

Mientras esto ocurría en el primer plano político argentino, el PRO, compuesto por empresarios, activistas conservadores y miembros de organizaciones no gubernamentales (ONG) asociadas con las élites, eligió la vida subnacional para consolidarse organizativa y programáticamente, llegando al poder en la Ciudad de Buenos Aires en 2007. Desde allí, logró afianzarse como el primer partido competitivo de centroderecha del actual ciclo democrático (Vommaro, 2023). Sin embargo, no fue hasta 2015, cuando pactó con la debilitada UCR y estableció la coalición Cambiemos (hoy JxC), que logró llegar a la presidencia. Ténganse en cuenta que esto sucedió en un contexto de declive económico como consecuencia de la caída de los precios internacionales de las materias primas, lo cual imposibilitó la continuidad, por parte del gobierno kirchnerista, de muchos planes y ayudas sociales.

A partir de los elementos anteriormente expuestos queda en evidencia cómo el peronismo de centroizquierda y la coalición de centroderecha representaron la competencia electoral durante las dos primeras décadas del siglo XXI. Esto se hace aún más notorio si se tiene en cuenta la gran adhesión militante y el alcance electoral que lograron. Durante las elecciones legislativas de 2017, los dos bloques políticos atrajeron, en conjunto, al 60% de los votos totales y, en las votaciones presidenciales de 2019, alcanzaron casi el 90% de ellos (Vommaro, 2023)

No obstante, esta estructura bicoalicional de competencia cayó en crisis, luego de que el desempeño económico de los gobiernos de ambas coaliciones fuera extremadamente negativo. El gobierno de Macri, a pesar de su promesa de racionalidad económica promercado, agudizó, en realidad, la mayor parte de los problemas macroeconómicos, heredados como consecuencia de la paralización de gran parte de la renta agroexportadora. Su sucesor, el peronista Alberto Fernández (2019-2023), tuvo un desempeño aún más deficiente, empeorado por los condicionamientos de la deuda externa contraída por Macri, los efectos de la pandemia de Covid-19 y el deterioro del contexto internacional (Oliveros & Vommaro, 2022). En el caso de Macri, el resultado fue un reformismo fallido orientado al mercado, mientras que en el de Fernández, un peronismo incapaz de ofrecer, a la sociedad, ni orden ni consumo.

De esta forma, Argentina arribó a las elecciones presidenciales de 2023 con una economía profundamente en crisis y una sociedad desconcertada por la alta inflación. Lejos de hacer frente a estos desafíos, las dos principales coaliciones se encontraban sumergidas en fuertes disputas internas. Por un lado, el bloque peronista demostró incapacidad para coordinar un marco común de acción entre las diferentes facciones que lo integraban. Lo anterior demostró que el Frente de Todos no pasó de constituir una coalición con un fin meramente electoral, careciendo de un proyecto propio encauzado a solucionar los problemas económicos. Por otro lado, Juntos por el Cambio también presentó una intensa lucha interna, entre “halcones y palomas”7, para tramitar los candidatos a la sucesión de Macri.

Este escenario fue propicio para el crecimiento de un movimiento neoliberal de ultraderecha que gira en torno a Javier Milei y su bloque político, La Libertad Avanza. En un contexto de desencanto generalizado con las dos grandes coaliciones del país, y con la institucionalidad democrática en general (Anexo 1), muchísimos argentinos se volcaron contundentemente hacia el candidato presidencial que prometía cambios radicales.

Situación socioeconómica de Argentina de cara a las

elecciones presidenciales.

Como se adelantaba en el epígrafe anterior, Argentina presenta una profunda crisis económica que impacta directamente en los tejidos sociales del país. Para una mejor comprensión de este fenómeno, se hace indispensable referirse a las características estructurales de la economía nacional y, luego, dividir el análisis en dos etapas esenciales. La primera hará referencia a la presidencia de Mauricio Macri (2015 – 2019), quien implementó una extensa agenda neoliberal en materia económica y una virulenta política de endeudamiento externo. La segunda abarcará el gobierno de Alberto Fernández (2019 – 2023), signado por la situación heredada y un adverso escenario internacional.

Características estructurales de la economía argentina

Argentina constituye una de las principales economías del continente latinoamericano. A pesar de ser clasificada por Naciones Unidas (2023) como un país de ingresos medios – altos, su configuración socioeconómica evidencia su inserción periférica dentro del sistema capitalista mundial. La matriz productiva nacional está orientada, fundamentalmente, a la exportación de bienes primarios y manufacturas de baja y media complejidad tecnológica (alimentos, madera, caucho, plásticos), que representan alrededor del 70% del valor agregado manufacturero (Abeles & Amar, 2017). Esta estructura se caracteriza, a su vez, por un fuerte nivel de concentración y extranjerización, dando lugar a que las 500 mayores empresas argentinas, fuertemente vinculadas al capital extranjero, aglutinen más del 60% de las exportaciones de bienes (Santarcángelo, 2019).

En términos estructurales, se debe tener en cuenta que, a mediados de 1970, Argentina registró un profundo cambio en su esquema de acumulación, el cual constituye un elemento esencial para comprender el desempeño actual de la economía argentina. Entre los años 30 y 70, el desarrollo económico se basó en un modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), mediante un sistema financiero altamente regulado que priorizaba la industria nacional. Posteriormente, el golpe cívico – militar de 1976 supuso, en materia económica, la sustitución del patrón ISI por un modelo de valorización financiera y endeudamiento externo compulsivo, el cual produjo un vertiginoso proceso desindustrializador. Aunque con matizados cambios, este esquema de acumulación se ha mantenido presente hasta la actualidad como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas y del predominio de una economía mundial altamente transnacionalizada y financiarizada (Fernández, 2024).

Lo explicado anteriormente permite afirmar que, más allá de ciertos elementos coyunturales, la crisis económica argentina halla, fundamentalmente, su explicación en los profundos desequilibrios estructurales de la nación. En este sentido, la economía argentina presenta un bimonetarismo de facto8, caracterizado por las recurrentes fugas de capitales (Fernández de Kirchner, 2024). Esto, junto a la falta de ingresos sostenidos en divisas que compensen el déficit de las cuentas externas (como la inversión extranjera directa), provoca que el país requiera de financiamiento internacional para mantener el funcionamiento dual de la economía. En suma, las periódicas crisis y la tendencia al deterioro de los términos de intercambio (Prebisch, 1991) conducen a una sistemática depreciación de la moneda local, que contribuye a reforzar un patrón de conducta donde los ahorros de la sociedad son dolarizados para conservar su valor en el tiempo. Esta situación lleva a un círculo vicioso que, en más de una ocasión, se ha roto con la emisión de altos niveles de deuda.

Mauricio Macri y el

retorno del FMI

Las elecciones presidenciales de 2015 condujeron a la victoria de Cambiemos, coalición de gobierno encabezada por el empresario Mauricio Macri. Un nuevo ciclo político inició en el país, en el cual se llevarían a cabo innumerables transformaciones de corte neoliberal (Chaviano, 2019). La administración de Macri tuvo, desde un inicio, el objetivo de convertir la Argentina en una economía menos proteccionista y abierta al mundo. Esta orientación económica contó con el apoyo de las principales potencias occidentales y de los grandes capitales foráneos que operaban en la región.

A los pocos meses de asumir el poder ejecutivo, la nueva administración eliminó los controles en el mercado de cambios9 que había establecido el kirchnerismo desde el 2011. Esto produjo una devaluación del 42% en el tipo de cambio, cuyos efectos en los precios se intentaron controlar mediante la subida de las tasas de interés (Santarcángelo & Padín, 2022). La paulatina evolución tanto de las tasas de interés como del tipo de cambio, de conjunto con la liberalización del mercado cambiario y de la cuenta de capitales, alentó la constante entrada y salida de capitales bajo una dinámica de carry trade10. Dichos elementos allanaron el retorno de la economía argentina a los mercados internacionales, lo cual constituyó la punta de lanza de una política acelerada de endeudamiento externo.

Como resultado de las políticas aperturistas, la industria nacional enfrentó un reto mayúsculo. Con la consecuente contracción de la producción interna, las exportaciones no alcanzaron para cubrir las importaciones, por lo que, en 2017, se duplicó el déficit de la cuenta corriente, alcanzando los 31.1 mil millones de dólares (Santarcángelo & Padín, 2022). Este comportamiento deficitario obedeció tanto a la relación negativa de la balanza comercial de bienes y servicios, así como a la constante salida de divisas, producto de la apertura indiscriminada y el creciente giro de utilidades y dividendos al exterior. Cabe señalar que, si bien la puesta en práctica de este programa económico pretendía aprovechar el mercado externo y asegurar varios socios comerciales, no representó, en la práctica, un método confiable para impulsar la economía.

En el 2018, ocurrió un particular cambio en el contexto internacional que potenció la creciente vulnerabilidad externa de Argentina. Se hace referencia a la subida, por parte de la Reserva Federal Estadounidense (FED), de la tasa de interés del bono a pagar en 10 años del Departamento del Tesoro de ese país. Lo anterior provocó una importante salida de capitales financieros y el cierre de los mercados voluntarios de créditos11 argentinos. Así, Argentina sufrió su peor crisis cambiaria desde el año 2002 (Wahren et al., 2018). La vertiginosa devaluación ocurrida durante el primer trimestre del año impactó severamente en los precios, llevando la inflación interanual al 47,6% (Santarcángelo & Padín, 2022). Además, el déficit comercial, la salida de divisas por turismo emisivo, la remisión de utilidades al exterior y la fuga de capitales, configuraron un complejo escenario que no pudo ser financiado mediante la emisión monetaria, ni a través de la ansiada “lluvia de inversiones” prometida por el oficialismo que nunca se produjo. Más bien, como asegura Wainer (2021), “las medidas de liberalización y desregulación tuvieron un impacto mayor en los egresos por remisión de utilidades que en incentivar el ingreso de nuevas inversiones extranjeras”.

En este contexto, la administración Macri decidió auxiliarse en el FMI en abril de 2018. La intervención del organismo multilateral consistió en ofrecer, mediante un acuerdo stand-by, un paquete de asistencia sin precedentes con un total de 57 mil millones de dólares. Estos se utilizaron en el financiamiento de la fuga de capitales especulativos que habían entrado en Argentina (Ámbito, 2022). Todo ello vino acompañado del tradicional condicionamiento estructural que incluyó una fuerte devaluación de la moneda, la reducción de los gastos sociales y la reforma, hacia un enfoque basado en liberalización del comercio, de la carta orgánica del Banco Central de la República Argentina (BCRA), entre otros. Debe señalarse que el monto desembolsado por el FMI representó el 60% de su capacidad prestable y excedió con creces la cantidad máxima correspondiente a la cuota de Argentina en esa entidad (Fernández, 2024).

Resulta importante aclarar que el endeudamiento externo, que podía haber servido para cubrir el déficit de las cuentas externas, así como para apoyar el desarrollo local, no cumplió, estrictamente, con ninguno de esos roles; sino que resultó en una profundización del grado de desequilibrio de la balanza de pagos internacional de Argentina. Desde un punto de vista técnico, tal y como afirman Ferreira Lima y Chris Marsh (2022, pág. 28) el programa puesto en práctica por el FMI presentó un carácter marcadamente insostenible. Este no garantizó los aseguramientos necesarios para el resguardo de sus recursos en el país y sobreestimó, injustificadamente, la sostenibilidad real de la deuda. El Anexo 2, donde se expone el uso que tuvieron las divisas de la nación entre mayo de 2018 y octubre de 2019, demuestra cómo una gran parte del crédito otorgado resultó clave para financiar la fuga de capitales, la salida de capitales especulativos y los servicios de deuda (Anexo 2).

La crisis provocada por la confluencia de políticas neoliberales en los ámbitos económico, financiero y comercial, junto con un inédito proceso de endeudamiento externo, desencadenaron un complejo cuadro social. En este sentido, se produjo una caída del 20% del poder adquisitivo de los salarios, la inflación interanual alcanzó el 54% y el desempleo y la pobreza aumentaron hasta un 10,6% y un 38,3% de la población, respectivamente (Roffinelli, 2024) (Anexo 3 y Anexo 4). Este escenario condujo al fracaso del intento reeleccionista de Mauricio Macri en los comicios presidenciales de 2019, convirtiéndose en el primer presidente que no lo lograra (Fernández de Kirchner, 2024).

Alberto Fernández y el

agravamiento de la crisis

Alberto Fernández resultó electo presidente con el 48% de los votos, provocando el regreso del peronismo al poder, luego de una etapa marcadamente neoliberal (Fernández de Kirchner, 2024). El deterioro de las condiciones económicas y sociales en el país, sumado a la existencia de un profundo desequilibrio macroeconómico, constituyeron factores esenciales para el cambio de gobierno. La economía acumulaba ocho años de caída del PIB per cápita, la inflación se ubicaba por encima del 54% anual y la tasa de pobreza había aumentado hasta más de un tercio de la población (Rodríguez Martínez, 2023).

Otro elemento a destacar en esta victoria, lo constituye la unificación de las distintas tendencias peronistas y otras fuerzas políticas afines, bajo el liderazgo de la expresidenta Cristina Fernández, en un único frente electoral amplio: Frente de Todos. La gestión del nuevo presidente estuvo condicionada tanto por las políticas implementadas durante la administración anterior, así como por la pandemia de COVID-19, los cambios en el contexto internacional producto del conflicto ruso – ucraniano y los efectos del cambio climático.

Al tercer mes de gobierno, la llegada de la pandemia de COVID-19 provocó efectos devastadores en materia económica, política y social. En 2020, la actividad económica disminuyó un 9,9%, la mayor caída desde la crisis de 2001 – 2002 (Naciones Unidas Argentina, 2021). Esto se produjo como resultado del impacto negativo que tuvieron, a raíz de la crisis sanitaria, las restricciones a la circulación, la elevada incertidumbre internacional y los menores flujos de comercio. Dichos aspectos se reflejaron, a su vez, en la contracción del consumo privado, la inversión extranjera directa y el nivel de exportaciones. En este contexto, los niveles de pobreza monetaria y extrema registraron grandes escaladas, llegando a un 42% y 10,5% de la población, respectivamente (Naciones Unidas Argentina, 2021) (Anexo 4).

A pesar de que el saldo comercial, en medio de la profunda recesión, fue superavitario, resulta importante señalar que las tensiones en el sector externo de la economía se agravaron. En 2020, las importaciones disminuyeron un 21% y las exportaciones un 19%, como consecuencia de la caída de la productividad nacional y la menor demanda de los socios comerciales; lo que dio lugar a un superávit de bienes y servicios que alcanzó el 3,1% del PIB (Naciones Unidas Argentina, 2021).

Sin embargo, los desequilibrios en el frente externo se agudizaron y provocaron un aumento del tipo de cambio paralelo, cuya brecha con respecto al cambio oficial llegó a superar el 100% (Anexo 5), y una pérdida de reservas internacionales (Naciones Unidas Argentina, 2021). Debe tenerse en cuenta que, aunque este desempeño estuvo asociado a una multiplicidad de factores, gran parte de ellos encuentran su origen en deficiencias estructurales de largo alcance; donde la tensión económica se encuentra indisolublemente ligada a la escasez o abundancia de dólares, producto del bimonetarismo ya explicado anteriormente.

El importante grupo de medidas implementado por el gobierno no solo compensó parcialmente el impacto negativo de la crisis sanitaria, sino que produjo, en el mediano y largo plazo, efectos negativos. La puesta en práctica de varios programas sociales y asistencialistas, así como la protección brindada a las pequeñas empresas, si bien contribuyeron a contener el saldo social de la pandemia, significaron un importante aumento del gasto público que, junto con la caída de los ingresos, llevaron a un déficit fiscal primario y financiero del 6,5% y 8,5% del PIB, respectivamente (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2023). Este déficit fue financiado, en esencia, con la emisión monetaria de un 4,2% del PIB. En un contexto de drástica disminución de las actividades económicas, no contaba con respaldo productivo, lo cual causó drásticos aumentos inflacionarios (Instituto de Economía de la Universidad Argentina de la Empresa, 2022).

Paralelamente, durante la pandemia, el gobierno priorizó acordar con los acreedores externos y el FMI la renegociación de la deuda. De esta forma, renunció investigar el origen de tan irregular, millonario y excepcional crédito contraído y se sometió a sus condicionamientos. La urgencia de atender este tema se debió, fundamentalmente, a que el cronograma de pagos que dejó la administración macrista resultaba imposible de cumplir, con vencimientos de intereses, para 2020-2024, que excedían los 180 mil millones de dólares (Santarcángelo & Padín, 2022). Este escenario se vio acentuado por la escasez de reservas internacionales, la imposibilidad de acceder a líneas de créditos internacionales y el agravamiento de los indicadores de sostenibilidad (Anexo 6).

A pesar de las trabas impuestas por la oposición, incluso, por parte de algunos sectores de la coalición gobernante, se logró establecer un nuevo convenio con el FMI en marzo de 2022. El acuerdo

estableció dos años de stand-by, con

Al momento de realizarse las elecciones presidenciales de 2023, el sistema político argentino se caracterizaba por la polarización en torno a dos coaliciones con alcance y estructura organizativa nacionales y una base programática antagónica. Por un lado, el bloque peronista en su versión de centroizquierda, Unión por la Patria (UxP), liderado por los expresidentes, Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández. Por el otro, la coalición de centroderecha, Juntos por el Cambio (JxC), dominada por el partido Propuesta Republicana (PRO) y su presidente, Mauricio Macri. La estructura bicoalicional de competencia política cayó en crisis, luego de que el desempeño económico de los gobiernos de ambas coaliciones fuera extremadamente negativo. Este escenario ha sido propicio para que una novedosa fuerza política de extrema derecha, representada por Javier Milei, lograra ser elegida en la presidencia de Argentina. Partiendo desde una descripción del sistema político de ese país anterior a las elecciones presidenciales de 2023, el presente artículo se propone analizar la crisis económica argentina y examinar la manera en que esta situación ha conducido al fortalecimiento y triunfo de la extrema derecha.

Palabras clave: Javier Milei, extrema derecha, elecciones presidenciales, crisis económica, sistema político.

At the time of the 2023 presidential elections, the Argentine political system was characterized by polarization around two coalitions with national scope and organizational structure and an antagonistic programmatic base. By one hand, the Peronist bloc in its center-left version, Unión por la Patria (UxP), led by former presidents, Cristina Fernández de Kirchner and Alberto Fernández. And, on the other, the center-right coalition, Together for Change (JxC), dominated by the Republican Proposal party (PRO) and its president, Mauricio Macri. This bi-coalitional structure of competition fell into crisis, after the economic performance of the governments of both coalitions was extremely negative. This scenario has been the breeding ground for a new far-right political force, represented by Javier Milei, to be elected president of Argentina. Starting from a description of the political system of that country prior to the 2023 presidential elections, this article aims to analyze the Argentine economic crisis and examine the way in which this situation has led to the strengthening and triumph of the extreme right.

Keywords: Javier Milei, extreme right, presidential elections, economic crisis, political system.

Introducción

DEsarrollo

el FMI en marzo de 2022. Con aportes del organismo multilateral para hacer frente a los propios pagos y, a partir de 2025, pagos de capital e intereses genuinamente nacionales (Rajland, 2023). Si bien este nuevo arreglo con el FMI le permitió a la Argentina escapar de una posible crisis de default financiero, el gobierno se vio obligado a implementar las políticas dictadas por el organismo. En este sentido, se fijó que el financiamiento monetario fuera del 1% del PIB, una devaluación del tipo de cambio por sobre la tasa de inflación. Lo anterior, la realimentaba en un círculo vicioso y letal, mientras que una reducción del déficit fiscal primario a 2,5% del PBI, se tradujo, básicamente, en recortes sociales (Ámbito, 2022).

Los cambios en el contexto económico internacional para inicios de 2022, como consecuencia de la guerra ruso-ucraniana, tuvieron, de igual forma, un grave impacto en la perspectiva de crecimiento del gobierno. El aumento del precio del barril de petróleo, para un país importador del crudo como Argentina, afectó las cadenas productivas que estaban gradualmente retomando los niveles previos a la pandemia. Esta situación influyó también en el alza del precio internacional de productos como los aceites vegetales y la soja. Sin embargo, la industria argentina no pudo rentabilizar el alza debido a la restricción gubernamental para acceder a los mercados cambiarios y exportar. La medida, implementada para controlar la inflación y ayudar a solventar la difícil situación alimentaria que atravesaba la nación, perjudicó la capacidad de la industria para expandirse y obtener beneficios en el mercado mundial (Reuters, 2023).

Los efectos del cambio climático constituyeron otro factor negativo durante la administración de Alberto Fernández. El año 2022 se ubicó entre los 14 más secos desde 1961. Además, en los primeros meses de 2023, esta situación se prolongó, generando graves consecuencias toda la economía en general. Aproximadamente, un 50% de los principales cultivos sufrieron pérdidas (Anexo 7), lo cual se reflejó en la disminución de las exportaciones. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República Argentina (INDEC), en mayo de 2023, las ventas al exterior cayeron un 25%, acumulando un desplome del 22% en los primeros 5 meses del año (Anexo 8). Este porcentaje significó pérdidas por más de 8 mil millones de dólares que, en comparación con 2022, el Banco Central dejó de recibir, en un contexto de escasez de reservas internacionales (Anexo 9). Como resultado, el país tuvo un déficit comercial de 2.641 millones de dólares, el más alto desde 2018 (Giménez, 2023).

El constante deterioro económico experimentado por Argentina, durante el gobierno de Alberto Fernández, impactó directamente en el panorama social de la nación. Poco antes de la realización de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de noviembre de 2023, el índice de precio al consumidor (IPC) registraba una variación interanual de 160,9%, lo cual produjo la vertiginosa pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, 2023a) (Anexo 3). En consecuencia, un 41,7% de la población se encontraba por debajo de la línea de pobreza, de los cuales un 11,9% sobrevive directamente en condiciones de indigencia (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, 2023b) (Anexo 4). Este escenario constituyó las bases para el triunfo de una fuerza política de extrema derecha que gira en torno a la figura de Javier Milei y que esgrima un programa económico marcadamente neoliberal, cuya implementación implica el deterioro, aún mayor, de las condiciones sociales de vida de los argentinos.

Auge de la extrema derecha en torno a Javier Milei.

Como se ha analizado, Argentina ha sido, durante la última década, escenario de una profunda inestabilidad social, política y económica. Pandemia, crisis, incertidumbre internacional, pobreza y profundización de las desigualdades son algunos elementos que transversalizan el panorama nacional y que han incidido en una reconfiguración del campo político argentino. En este marco, se ha producido un paulatino desplazamiento de una gran parte de la opinión pública hacia la extrema derecha, y se han fortalecido actitudes políticas asociadas a un imaginario meritocrático e individualista en detrimento de los principios vinculados con la solidaridad, la protección y justicia sociales y el Estado. Este contexto de politización signado por crisis constituyó una oportunidad política única para que un candidato desconocido de extrema derecha lograra capitalizar, a su favor, el descontento de la mayoría los votantes argentinos en las pasadas elecciones presidenciales.

La retracción de los indicadores económicos, en especial, los efectos en la economía de la pandemia de COVID-19 fueron dos factores fundamentales en el fortalecimiento ideológico de los valores de ultraderecha en la sociedad argentina. En este sentido, las estrictas medidas de aislamiento, en medio de una profunda recesión marcada por la alta inflación, provocaron el crecimiento de la pobreza y la disminución del empleo. Este contexto configuró un ambiente de protesta social, donde diversas fuerzas, movimientos y activistas vinculados a los sectores políticos de derecha conquistaron un creciente grado de popularidad. De esta manera, las formas de representación política, que prevalecieron en etapas anteriores, fueron cediendo lugar a nuevas miradas y agendas de discusión pública fuertemente relacionadas con las ideas liberales/libertarias, la crítica a la excesiva e ineficiente presencia del Estado, la defensa a la propiedad privada, el individualismo y la mala gestión de los anteriores gobiernos nacionales, entre otras.

Resulta importante destacar que este proceso se enmarca dentro la tendencia internacional, cada vez más amplia, de virtualización de la vida cotidiana; donde las redes sociales y los contenidos producidos en Internet conforman un extenso conducto de socialización de ideas con un marcado carácter neoliberal. Este universo de consumo e interacción virtuales se constituye como un espacio cuyo eje central gira alrededor de un sujeto individualizado como empresario de sí mismo, dando lugar a que las relaciones sociales sean interpretadas como relaciones puramente mercantiles e imponiendo una lógica de mercado que expande sus límites hacia todos los sectores sociales. Siguiendo esta misma línea, se coincide con Merklen (2013) cuando afirma que “se trata de un pensamiento que coloca la libertad del lado del individuo, basado en la idea de que cada persona debe definir el contenido de su experiencia y su proyecto futuro de manera libre, pero despojada de cualquier sostén”. Precisamente, es sobre esta base que los proyectos políticos de extrema derecha crecen y se consolidan.

Al consultar el análisis de datos del estudio sistemático «Cultura política de los argentinos», realizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), se logra tener una visión más cercana de este proceso. Según el total de encuestas procesadas, el porcentaje de personas que se identifican a sí mismos como de “derecha” pasó del 14% al 28% en la última década; mientras que la concepción de democracia como un sistema que reivindica la igualdad decreció del 69% al 45% (Anexo 10 y Anexo 11). En tanto, la “sed libertaria” ascendió del 22% a un 48% (Vommaro & Ramírez, 2024).

En este contexto, se produjo el sorprendente ascenso y posterior triunfo presidencial de Javier Milei y su bloque político, LLA. El protagonismo que adquirió Milei estuvo estrechamente relacionado con un particular lenguaje político y una estética desconocida y disruptiva para el ecosistema político argentino. Las características centrales de su enfoque ideológico se basaron en dos ejes fundamentales. El primero, un programa libertario contra el Estado, que ofrece una salida radical a la profunda crisis económica. El segundo, un discurso populista “anticasta” que lo posiciona como portavoz del descontento social con las coaliciones políticas mayoritarias de las últimas décadas.

La pandemia de COVID-19 trajo consigo un escenario favorable para que esta postura ideológica se constituyera en un vector político popular. En este periodo, el Estado cobró un rol particularmente notable producto de las regulaciones impuestas en la vida cotidiana de las personas fue percibido, por una gran parte de la sociedad, como la causa directa del negativo desempeño socioeconómico. Además, durante la etapa de restricciones sanitarias, la coalición de centroderecha, JxC, mantuvo una actitud de cooperación con el gobierno peronista del FdT, dejando un espacio vacío para la representación del descontento social que fue aprovechado por LLA. Esta tendencia de ocupar el lugar vacante que dejan, al moderarse, las derechas mainstreams, ha sido, en gran medida, la estrategia de crecimiento de las extremas derechas en la competencia política a nivel mundial (Kessler & Vommaro, 2022).

El vertiginoso fortalecimiento político de Javier Milei, que desembocó posteriormente en su triunfo presidencial, debe ser entendido tanto como un proceso de derechización de la sociedad, así como una expresión del rechazo social frente al fracaso de la dirigencia política en el control de los desequilibrios socioeconómicos. Lejos del elitismo con el que se ha asociado tradicionalmente al sistema político argentino, Milei logró canalizar, a su favor, el descontento y la indignación de las bases populares, las cuales lo apoyaron a pesar de que su llegada al poder implicaría un enorme ajuste social.

La crisis de 2001-2002, en Argentina, desembocó en la fragmentación del sistema de partidos y la disolución de las entidades partidistas tradicionales. Desde ese momento, se impuso un coalicionismo político marcado por una profunda bipolarización entre las coaliciones de centroizquierda y centroderecha, hoy denominadas Unión por la Patria y Juntos por el cambio, respectivamente. Este panorama se ha caracterizado por la dispersión de los partidos políticos, la disgregación partidaria, las coaliciones flotantes, el aumento del clientelismo y la exaltación de los liderazgos personales.

Esta escena política cambió luego de la deficiente gestión gubernamental realizada por ambas coaliciones. Tanto el gobierno de Mauricio Macri como el de Alberto Fernández agudizaron la crisis económica, incrementaron la pobreza, dispararon la inflación y mantuvieron altos niveles de endeudamiento externo. Esto demuestra la incapacidad de las coaliciones político-sociales para cambiar los desequilibrios estructurales de la economía argentina, caracterizada por ciclos polares de expansión/apreciación cambiaria que terminan en otros de devaluación/recesión. De esta forma, la nación llegó, con niveles récord de deuda, déficit fiscal e inflación, a las elecciones presidenciales de 2023, donde se produjo el sorprendente triunfo de una novedosa fuerza política de extrema derecha.

Paralelamente a esta situación de crisis económica, la sociedad argentina experimentó un profundo proceso de derechización de la opinión pública. La pandemia de COVID-19 y las restricciones impuestas a la movilidad aportaron un ambiente propicio para el fortalecimiento y expansión de las actitudes políticas relacionadas con una ideología abiertamente individualista que promueve valores contrarios a la solidaridad, la protección y justicia sociales y el Estado. Todo esto enmarcado en un proceso de virtualización social, donde las redes sociales, los influencers y, en general, todos los contenidos producidos en Internet elaboran una red promocional de ideas marcadamente neoliberales.

En este contexto, la figura de Javier Milei se convirtió, vertiginosamente, en la opción electoral más popular de Argentina, permitiéndole obtener la victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Existen diversos elementos que le imprimen, al triunfo de Milei, un carácter llamativo y disruptivo; aunque llama especialmente la atención su lenguaje y estética políticas, nunca antes vistos en el ecosistema político argentino. Mediante la utilización de un discurso populista, que combina la crítica al Estado y a la institucionalidad democrática con la dramatización del descontento e indignación de gran parte de la sociedad, Javier Milei supo construir un vector político con un enorme potencial que, en este caso, le otorgó el triunfo presidencial. Su victoria representa la consecuencia más profunda de la crisis de paradigmas que presenta el sistema político argentino, lo cual ha llevado al vaciamiento del contenido de la democracia liberal y su reducción a un simple régimen electoral, donde los partidos en competencia se intercambian en el ejercicio del poder.

  1. Ley Sáenz Peña o Ley 8871, sancionada por el Congreso de la Nación Argentina el 10 de febrero de 1912, estableció el voto secreto y obligatorio para los ciudadanos argentinos nativos y naturalizados, mayores de los 18 años de edad que estuvieran inscriptos en el padrón electoral
  2. La Crisis de diciembre de 2001 en Argentina, o Crisis del 2001, también referida como «el Cacerolazo», fue una crisis política, económica, social, institucional y de representatividad. estuvo causada por la restricción impuesta al retiro de USD en efectivo de los bancos y potenciada por una revuelta popular generalizada bajo el lema «¡Que se vayan todos!». Esto provocó la renuncia del entonces presidente, Fernando de la Rúa, dando lugar a un período de inestabilidad política, durante el cual cinco funcionarios ejercieron el Poder Ejecutivo Nacional en pocos meses.
  3. El libertarismo es una filosofía política que promueve una sociedad que garantice la libertad del individuo, los derechos de propiedad privada y la asignación de los recursos a través de la economía de mercado. El libertarismo considera la propiedad y los mercados libres como las bases más sólidas para garantizar la libertad individual.
  4. La Unión Cívica Radical es un partido político fundado el 26 de junio de 1891 por Leandro Alem. A lo largo de su historia tuvo diferentes auges y caídas. Sus candidatos a presidente han gobernado la nación en diez oportunidades y como vicepresidente en los primeros mandatos de Juan Domingo Perón y Cristina Fernández de Kirchner. En las elecciones presidenciales de 2015, la UCR integró la alianza Cambiemos, que ganó con la candidatura de Mauricio Macri, pero no formó parte de la fórmula presidencial.
  5. El Frente País Solidario (FREPASO) fue una confederación de partidos políticos de centroizquierda de Argentina constituida en 1994 por el Frente Grande, el partido PAIS (Política Abierta para la Integridad Social), la Unidad Socialista (integrada por los partidos Socialista Popular y Socialista Democrático), y el Partido Demócrata Cristiano.
  6. Acción por la República (AR) es un partido político argentino de tendencia liberal conservadora, fundado por el que fuera ministro de economía, Domingo Cavallo. Actualmente tiene una presencia, muy disminuida, en la provincia de Corrientes, donde forma parte de la coalición de gobierno Encuentro por Corrientes.
  7. El término “halcones y palomas” es utilizado en la politología argentina para referirse a las dos tendencias que conforman la coalición Juntos por el Cambio. La primera, más radical y extremista; la segunda, más corrida hacia el centro.
  8. El bimonetarismo es la coexistencia de la moneda nacional con alguna moneda extranjera en el cumplimiento de algunas de las tres funciones tradicionales del dinero: unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor.
  9. A los fines de este artículo, con “mercado de cambios” y “tipos de cambios” se hará referencia, únicamente, a la paridad cambiaria del peso argentino frente al dólar estadounidense.
  10. El carry trade es una práctica especulativa que consiste en financiarse en monedas asociadas a bajas tasas de interés e invertir en monedas con tasas de interés altas. Esta estrategia puede depreciar abruptamente el tipo de cambio y perjudicar a las monedas de inversión, que típicamente son de países emergentes. En el caso argentino, el peso, al ser una moneda de alto riesgo, es comúnmente usada como moneda de inversión.
  11. Un mercado de crédito es aquel mercado financiero en que los participantes, que son las empresas, los gobiernos y los particulares, intercambian instrumentos de deuda a largo y corto plazo.

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CONCLUSIONES

Bibliografía

NOtas

Anexos